Casado buceó en Reagan, Cameron y 30 años del PP

En el partido equiparan el discurso de la moción de censura a la refundación de Aznar, pero el líder buscó otros referentes

Madrid -
El presidente del PP, Pablo Casado, interviene durante la segunda sesión del pleno en el que se debate la moción de censura planteada por Vox.EUROPA PRESS/E. Parra. POOL (Europa Press)

Son dos contextos históricos y políticos tan distintos que es un atrevimiento hacer equiparaciones. Pero en el PP, tras escuchar extasiados en el Congreso el reventón de Pablo Casado contra Santiago Abascal, Vox y su moción de censura, bucearon y compararon su discurso con los de la refundación de Alianza Popular por parte de José María Aznar, hace ya 30 años. Tres miembros de aquel equipo de Aznar, primero en Castilla y León, más tarde en Génova y luego en La Moncloa, llegaron a esa conclusión por...

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Son dos contextos históricos y políticos tan distintos que es un atrevimiento hacer equiparaciones. Pero en el PP, tras escuchar extasiados en el Congreso el reventón de Pablo Casado contra Santiago Abascal, Vox y su moción de censura, bucearon y compararon su discurso con los de la refundación de Alianza Popular por parte de José María Aznar, hace ya 30 años. Tres miembros de aquel equipo de Aznar, primero en Castilla y León, más tarde en Génova y luego en La Moncloa, llegaron a esa conclusión por la importancia del momento, el lugar, la oratoria y, sobre todo, por lo que puede significar para la evolución del partido.

El propio Casado ha explicado a los suyos, tras el debate, que ahora se trata de pasar de “la refundación por arriba”, que propugnó en el congreso en el que asumió el liderazgo, y que Vox y Ciudadanos rechazaron en las últimas elecciones, a la “refundición por la base, en la que se busca un proyecto de Gobierno”. Casado ha indicado en su entorno que ahora ha podido romper tan abruptamente con Abascal por haber resistido hace un año, en citas secretas como las del hotel Orfila, a las presiones para meter a la formación ultra en gobiernos locales populares.

Y aunque siempre tiene presente a Aznar y la historia del partido para nutrirse, el jueves rebuscó en textos como Tiempo para elegir, del expresidente Ronald Reagan en la convención nacional republicana Goldwater (27 de octubre de 1964), o en los de la Big Society del británico David Cameron. Lo que él entiende como “una oposición de derechas que es transversal para ganar y representar a la gran mayoría”, ideas muy copiadas del primer Aznar.

Casado destinó este jueves, eso sí, casi toda su intervención a demoler personal y políticamente a Abascal, pero en los márgenes de su alocución diseñó un perfil del PP que le gustaría algún día presidir, tras llevar dos años contemporizando con todo, interna y externamente, desde que ganó aquel precipitado congreso de la sucesión de Mariano Rajoy. El martes avanzará en esa vía ante la ejecutiva del partido: “Reforzamiento programático en base a los principios de la libertad, la igualdad, la institucionalidad, el regeneracionismo, que no son de derecha ni de izquierda sino del sentido común”.

″Ahora novelan mucho sobre sus paseos esos días por el Retiro y sobre si le ayudó tal o cual, pero el discurso fue muy de Casado, de su puño, y es que hay que recordar que habla y escribe muy bien", admite uno de los principales colaboradores de Aznar, no muy bien tratado por el actual equipo. Y rememora: “Me recordó a aquellas frases de Aznar en el Congreso de la refundación en Sevilla cuando Arturo Moreno le escribió: No voy a levantar alfombras, vengo a abrir ventanas, no vengo a ningún revanchismo”.

Hubo varios pasajes que Casado le abofeteó este jueves a Abascal para reivindicar al PP moderado de esta nueva etapa: “Así se debe liderar la oposición y una alternativa creíble, no recitando hazañas bélicas y cabalgando un ejército de trolls en las redes”. O: “El PP no quiere ser otro partido del miedo, de la ira, del rencor y la revancha, del insulto y de la bronca, ni de la manipulación, la mentira y la involución frentista”.

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En aquel X Congreso de abril de 1990 en Sevilla, que transformó a la vieja y atascada AP de Manuel Fraga en el PP sin complejos de Aznar, el entonces recién estrenado candidato insistió mucho en superar el fatalismo que establecía que solo podía gobernar el PSOE de Felipe González y que la dividida derecha solo llegaría a La Moncloa en coalición. Aznar sostuvo entonces que para que esa hipótesis fuera posible hacían falta otros apoyos en el Parlamento: “No hay más política posible para el PP que avanzar en la búsqueda de nuevos respaldos electorales y fortalecerse y desarrollarse en todas las Comunidades. Un partido moderado que practica y exige el respeto a las reglas de juego del sistema democrático y un partido centrado”.

Casado se lo dijo así a Abascal: “Somos el único proyecto que amenaza la posición del Gobierno y representa una alternativa real para España. Los españoles nos van a juzgar por la capacidad que demostremos de reunir fuerzas para ganar”. Y destacó sus enormes diferencias: “Tantas como la distancia que media entre el liberalismo reformista y el populismo antiliberal. Entre el patriotismo integrador y el antipluralismo. Entre la economía abierta y el proteccionismo autárquico. Entre la vocación europea y atlantista y el aislacionismo. Entre el interés general y el oportunismo demagógico”.

Casado ahora no tiene ya rivales internos. Aznar apareció mucho más abruptamente. Su asalto al poder se perpetró unos meses antes, tras una mítica conferencia en el Club Siglo XXI de Madrid, el 29 de febrero de 1988. Aquella AP de Antonio Hernández Mancha no cuajaba. Había un pesimismo en todo el espectro de la derecha. Desde la patronal, José María Cuevas le prestó al <CF1001>clan de Valladolid</CF>, en el que se sustentaba Aznar en Castilla y León, a Pedro Arriola, que luego se convirtió en su gran gurú. Arriola le confeccionó una conferencia arrojada que provocó la caída de Mancha, un congreso y el aterrizaje de Aznar al frente del PP nacional.

En aquella intervención Aznar cuestionó la falta de independencia de los principales órganos de la Justicia, los medios, el parlamento, el gobierno socialista, pero sobre todo la cobardía de aquella derecha fragmentada que no había sabido construir “una alternativa eficaz”. Casado aludió el jueves a “la responsabilidad fundacional” de su partido para “unir a todo lo que estuviera a la derecha del PSOE”, pero matizó que ahora se trata de congregar a todos los constitucionalistas: “Con la concordia es como se crean los grandes consensos políticos y las grandes mayorías que cambian los malos Gobiernos”.

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