A nadie le viene bien la moción, salvo a Vox

Como nada ni nadie lo puede evitar, los representantes del Gobierno y de los grupos parlamentarios tratarán de sacarle algún beneficio

El presidente de Vox, Santiago Abascal, en un momento de su intervención en la sesión al control al Ejecutivo el pasado 14 de octubre.Mariscal (EFE)

Si el Reglamento del Congreso pudiera incumplirse, este miércoles no habría debate de la quinta moción de censura contra el Gobierno. Ningún partido político, salvo Vox, quiere que, en medio de la terrible pandemia, el Congreso dedique dos días a que los diputados se increpen con virulencia sin que se desprenda utilidad visible para la sociedad. Sin embargo, Vox, con sus 52 escaños, tiene la fuerza parlamentaria suficiente para ...

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Si el Reglamento del Congreso pudiera incumplirse, este miércoles no habría debate de la quinta moción de censura contra el Gobierno. Ningún partido político, salvo Vox, quiere que, en medio de la terrible pandemia, el Congreso dedique dos días a que los diputados se increpen con virulencia sin que se desprenda utilidad visible para la sociedad. Sin embargo, Vox, con sus 52 escaños, tiene la fuerza parlamentaria suficiente para que nadie pueda impedir que Santiago Abascal, líder de esa formación, se presente como candidato a sustituir a Pedro Sánchez en la presidencia del Gobierno. Como nada ni nadie lo puede evitar, los representantes del Gobierno y de los grupos parlamentarios tratarán de sacarle algún beneficio.

Esta es la actitud con la que los representantes políticos afrontan estas jornadas. Vox está convencido de que la censura general al Gobierno es lo que un sector de la sociedad española quiere escuchar. Sus “verdades” se destinarán tanto al Ejecutivo como al PP, al que hostigará para que apoye esa moción o, de lo contrario, explique por qué no lo hace. Los populares no han sido capaces de disimular su turbación ni de articular una respuesta sobre un no o una abstención. No pueden aparecer como subalternos de Vox, sino autónomos de sus decisiones y sus estrategias, pero saben del coste político que tiene entre su electorado el distanciarse de esta iniciativa. El desdén de Pablo Casado hacia esta moción —"No me interesa nada"— no es real, pero como tiene que afrontarla, tratará de ocupar su propio espacio con un ataque general a la labor del Gobierno y con la reiteración de sus “pactos” al Ejecutivo, que no se han traducido, de momento, en una línea común contra la covid-19.

La seguridad con la que el PP dice en alto, y otros partidos sin micrófonos, que “solo al Gobierno le beneficia esta moción” no es del todo compartida por el Ejecutivo. El Congreso se convertirá en un potente altavoz en el que Vox, el PP y Ciudadanos —cada uno con su estilo e intensidad particulares—, pinten una página en negro de la tarea del Ejecutivo con las acusaciones más graves que puedan hacerse a los gobernantes.

Por mucho contrataque a Vox —que lo habrá desde muchos ángulos de la Cámara— y al PP por ser sus acompañantes en varias comunidades, el Gobierno sabe que la opinión pública no demanda enfrentamientos estériles. Pero una vez convocada la sesión nadie quiere quedarse fuera del foco. Pablo Iglesias, vicepresidente del Gobierno, también demanda su cuota. Todos los miembros del Gobierno pueden intervenir en una moción de censura, si así lo desean. Sánchez ha entendido que Iglesias quiera subirse a la tribuna a explayarse contra la ultraderecha.

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