Francisco Martínez, el hombre que no quiso caer solo

El ex secretario de Estado de Seguridad se ha convertido en el ojo del huracán de la causa Kitchen, que puede absorber ahora a otros ministros

Toma de posesión de Francisco Martínez Vázquez, en el año 2012.LUIS SEVILLANO

Quienes conocen al ex secretario de Estado de Seguridad, Francisco Martínez (Madrid, 1975), saben que si cae en la telaraña judicial del caso Villarejo no caerá solo. Paco, según sus próximos, es un hombre “competente”, “serio”, “solvente”, “elegante”, “leal”, “preparado”, “brillante”, “un poco curilla”, “tímido”, “muy tra...

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Quienes conocen al ex secretario de Estado de Seguridad, Francisco Martínez (Madrid, 1975), saben que si cae en la telaraña judicial del caso Villarejo no caerá solo. Paco, según sus próximos, es un hombre “competente”, “serio”, “solvente”, “elegante”, “leal”, “preparado”, “brillante”, “un poco curilla”, “tímido”, “muy trabajador”, “ambicioso”…

“Qué bien Paco, llegará lejos”, escucharon hasta la saciedad sus compañeros de la Comisión de Interior en el Congreso. Antes de entrar como parlamentario lo hizo, con 29 años, como letrado de las Cortes (número uno en su oposición) en 2004. Después volvería como diputado de los populares en 2016, aupado por el exministro Jorge Fernández Díaz, su gran mentor y su gran condena. Antes le había convertido primero en su jefe de gabinete (2011) y, después, en secretario de Estado de Seguridad (2013). Martínez dice ahora que asumió las órdenes de su ministro por lealtad: “Mi grandísimo error fue ser leal a miserables como Jorge, Rajoy o Cospedal”. Pero quienes le conocen creen que “también pudo perderle la ambición, llegó a verse él de ministro”.

Ahora, cuando entiende que el partido le ha “dejado tirado” tras su implicación en la Operación Kitchen —que investiga el espionaje policial sin control judicial al extesorero del Partido Popular Luis Bárcenas—, ha demostrado que está dispuesto a arrastrar a todos con él.

Paco, un joven que se ganó el éxito a base de codos, un profesional con alma de funcionario que forjó sus valores educado en los jesuitas y los reafirmó como misionero en Perú, no va a dejar que se mancille su nombre y el de su familia —tiene tres hijos— por unos “miserables”.

“Se sentía muy incómodo con esos encargos: tener que despachar con Villarejo o con El Gordo [el comisario Enrique García Castaño] le desagradaba”, asegura uno de los técnicos con los que trabajó en el ministerio en ese periodo (2011-2016). Eran tiempos en los que en Interior campaba por sus respetos una “policía política” a las órdenes del director adjunto operativo de la policía (DAO), Eugenio Pino, con las bendiciones del ministro Fernández Díaz, y, presuntamente, del sacerdote Silverio Nieto. Un cura atípico (antes fue policía y juez), de enorme influencia en nombramientos de cargos dentro y fuera de la policía, siempre ligados o próximos a congregaciones eclesiásticas.

Paco Martínez rechazó la primera oferta de Fernández Díaz para ser director de la Policía Nacional, pero aceptó ser su jefe de gabinete. El máximo puesto de la policía se lo daría después el ministro a otro buen cristiano, Ignacio Cosidó. “Paco venía de ser letrado del Congreso, le parecía un puesto demasiado político y se sentía muy expuesto, asumiendo la responsabilidad de un cuerpo que desconocía”, explica un amigo de Martínez.

Según colaboradores de Interior, hubo “un antes y un después” en la etapa de Martínez en el ministerio. “Al principio era tímido, pasaba horas y horas trabajando en el despacho y, pese a dominar los temas, a veces parecía inseguro”, cuenta un técnico que trabajó a sus órdenes. “Solo se trajo del Congreso a Iciar Castro, una especie de madre-asistente personal, y al abogado y amigo suyo Jorge Sanchís, de jefe de gabinete”, recuerda la misma fuente.

Fue el ideólogo de la Ley de Seguridad Ciudadana, con la que vivió los primeros sinsabores porque nació ya bautizada como ley mordaza. Y dio un importante impulso al Sistema de Seguimiento Integral en los casos de Violencia de Género (Sistema VioGén), una cruzada personal.

El “después” vino cuando “comenzó a sentirse seguro, cuando hacía ponencias y le aclamaban en el Círculo de Empresarios, cuando empezó a estar cómodo delante de la prensa y a entablar relaciones con periodistas… entonces se despertó su ambición”, señalan sus colaboradores. Y apuntan que en ese periodo llegó a trabar “una buena amistad con María Pico”, la jefa de gabinete de Soraya Sáenz de Santamaría, y que esa relación “molestaba” a Jorge Fernández Díaz y, por extensión, a María Dolores de Cospedal, a quien muchos en el ministerio llamaban “la jefa”.

Martínez, triunfante tras salir como diputado popular en 2016, con traje de pepero moderado sin carné en las tertulias, llegó a verse como ministro en las cábalas de Rajoy, que eligió a Juan Ignacio Zoido, para sustituir a Fernández Díaz y lavar la cara a un ministerio demasiado sucio. Zoido tampoco contó con él. Nadie lo hizo. Abandonado por el partido en mayo de 2019, cercado por Kitchen, cambió su lealtad por una sola estrategia: “No caer solo”.

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