PSE, la incomprendida gestión del socio menor
La lucha del partido por su reconocimiento explica la insistencia de Idoia Mendia por resaltar su papel en la coalición como un dique para las tentaciones soberanistas del PNV
Nunca en la reciente historia de Euskadi los dos partidos de ámbito estatal, PP vasco y PSE, obtuvieron peor resultado que en las últimas elecciones vascas de 2016. 18 escaños —nueve cada uno— sobre 75. El mal ejemplo de la política española, su inestabilidad, influyó en el desastre. Rajoy había ganado las elecciones, pero no conseguía formar gobierno, y ...
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Nunca en la reciente historia de Euskadi los dos partidos de ámbito estatal, PP vasco y PSE, obtuvieron peor resultado que en las últimas elecciones vascas de 2016. 18 escaños —nueve cada uno— sobre 75. El mal ejemplo de la política española, su inestabilidad, influyó en el desastre. Rajoy había ganado las elecciones, pero no conseguía formar gobierno, y el PSOE estaba dividido entre Pedro Sánchez y Susana Díaz. Confirmaba el axioma de la intensa repercusión del comportamiento de los partidos estatales en sus homólogos en las autonomías. Más aún en un partido, como el PSE, que históricamente ha alardeado de su pertenencia al PSOE.
El PSE tocó fondo en 2016 no sólo por la grave crisis que atravesaba el PSOE. También por la espectacular irrupción de Podemos. No influyó su distensión con el PNV, al cambiar al radical Ibarretxe por el pragmático Urkullu, o con la legalizada Bildu, tras rechazar al terrorismo en sus estatutos.
Sufrió una escalonada decadencia tras haber alcanzado su mejor resultado en 2009, con 25 escaños que reconocieron su gestión y la del Gobierno Zapatero del proceso final de ETA, entonces en plenitud. Patxi López se erigió en primer lendakari no nacionalista, apoyado por el PP vasco, para derrocar al candidato soberanista del PNV, Ibarretxe. Su bajada a 16 escaños en las siguientes elecciones, las de 2012, se debió fundamentalmente a la recesión económica. Si en 2011 la recesión sacó a Zapatero de la Moncloa, en 2012 a López de Ajuria Enea.
En 2016, pese a su pésimo resultado, entró en el Gobierno vasco como socio menor del PNV. Hoy, las encuestas auguran una subida a ambos, además de aprobar su gestión, mientras baja Podemos, con una situación interna inestable. Pero el PSE tiene un problema de reconocimiento. El PNV capitaliza la imagen global del gobierno en una comunidad donde la figura del lendakari tiene una enorme fuerza simbólica.
La lucha del PSE por su reconocimiento explica la insistencia de Idoia Mendia, durante la campaña, por resaltar su papel en la coalición al empujar al PNV hacia una política socialdemócrata y ser, a la vez, un dique para sus tentaciones soberanistas. El PSE ha contribuido a evitar el contagio soberanista catalán en Euskadi y no contempla alternativa. Ha desechado el “pacto de izquierdas” con Podemos y Bildu porque su electorado no aceptaría gobernar con un partido que tiene pendiente la autocrítica por su pasada complicidad con ETA. Con su probable reedición de gobierno con el PNV frena su escoramiento al soberanismo si pactara con Bildu o al conservadurismo haciéndolo con el PP. El gobierno transversal PNV-PSE es el preferida por los vascos, según las encuestas. El problema del PSE es que su papel de socio menor y la gestión discreta de su influencia no se comprenden bien.