Análisis

Abascal sueña con ser Pablo Iglesias

El líder de Vox centra sus ataques en el vicepresidente y deja que Casado se bata con Sánchez

Santiago Abascal pasa delante de Pablo Iglesias durante el pleno del Congreso del pasado día 20.Pool Efe (GTRES)

Al día siguiente de que Vox sacara a miles de automovilistas a la calle pidiendo la dimisión del Gobierno, el tuit fijado por Santiago Abascal, el primero que encontraba este domingo el cibernauta al entrar en su cuenta de Twitter, no trataba del éxito de la primera gran movilización bajo el estado de alarma.

“El vicepresidente del gobierno Pablo Iglesias, émulo de los criminales golpistas Pasionaria y Largo Caballero, dirigiéndose con...

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Al día siguiente de que Vox sacara a miles de automovilistas a la calle pidiendo la dimisión del Gobierno, el tuit fijado por Santiago Abascal, el primero que encontraba este domingo el cibernauta al entrar en su cuenta de Twitter, no trataba del éxito de la primera gran movilización bajo el estado de alarma.

“El vicepresidente del gobierno Pablo Iglesias, émulo de los criminales golpistas Pasionaria y Largo Caballero, dirigiéndose con odio incontrolado a una mujer y apelando a la guerra civil desde la tribuna del Congreso, totalmente enloquecido e inhabilitado para la política”, decía el texto del presidente de Vox. Aludía a la réplica que Iglesias dio el 29 de abril a la diputada de su grupo María de la Cabeza Ruiz, en la que tachaba de “inmundicia” lo que el partido ultra representa.

La indignación de Abascal puede achacarse a una reacción airada y caballerosa ante el ataque a una de sus parlamentarias. O a una estrategia bien calculada.

En los casi nueve minutos que duró su alocución a los participantes en las caravanas del sábado, Abascal no hizo ninguna alusión personal a Pedro Sánchez, pero sí a Iglesias, al que definió como un "nuevo comunista de coleta larga y entendimiento corto”. En el último debate en el Congreso, arremetió contra ambos, pero lanzó sus dardos más envenenados contra el segundo, al que reprochó que su renta triplica la media del barrio de Salamanca, donde se iniciaron las caceroladas contra el Gobierno. Lo normal sería que el líder del tercer partido político de España buscara el cuerpo a cuerpo con el líder del primero, no con el del cuarto.

Los fundadores de Vox siguieron con admiración y envidia el fulgurante ascenso de Podemos. En las elecciones europeas de 2014, pocos meses después de nacer, Vox no sacó ni un solo escaño, mientras que Podemos fue la gran sorpresa, llevándose cinco. Ambos tenían en común más de lo que pueda parecer: se presentaban entonces como movimientos interclasistas y ajenos al eje derecha-izquierda y recogían la indignación de la gente contra “la casta”, en un caso, o la “oligarquía globalizadora” y la “burocracia de Bruselas”, en otro. En distintos momentos, Vox ha ido asumiendo métodos usados por Podemos: desde el uso intensivo de las redes sociales, en contraposición a los medios de comunicación convencionales, al señalamiento de periodistas incómodos o los escraches; aunque Abascal se desmarque de los que practican sus seguidores más exaltados.

Elección tras elección, Podemos fue asumiendo que el sorpasso era inviable y que el camino más corto a La Moncloa no pasaba por arrebatar al PSOE la hegemonía de la izquierda sino por complementarlo y pactar con él.

Por su parte, hace tiempo que Vox ya no llama al PP “la derechita cobarde”. Abascal mantiene una relación cordial y fluida con Casado, según fuentes de Vox, y entre ambos funciona un “pacto de no agresión”. Incluso, como se vio la semana pasada en el Congreso, cierto reparto de papeles. En las próximas campañas gallegas y vascas, Abascal cargará contra Núñez Feijoo (a quien considera heredero de Rajoy), pero tratará con guante de seda a Carlos Iturgaiz.

En una encuesta apócrifa que circula entre fans de Abascal, el PP obtiene el 30% de los votos y Vox, el 20%. El desinflamiento de Ciudadanos permitiría a Casado crecer hacia el centro y eliminaría el obstáculo que impidió a Vox entrar en los gobiernos de Madrid, Andalucía o Murcia. Las encuestas reales más recientes sitúan la suma de ambos muy lejos del 50%, pero lo significativo es que, puesto a soñar, Vox no sueñe con ganar sino con complementar al PP. Su mejor escenario imaginable es un Casado en el puesto de Sánchez y un Abascal en el de Iglesias. Parece ficción, pero para que sea posible solo hace falta que los votantes de izquierda se queden en casa. Como pasó en 2000 y Aznar ganó por mayoría absoluta.

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