Urkullu asume muchos riesgos
Los pronósticos de mayo para julio pueden ser alterados por la realidad.
La propuesta del lehendakari Urkullu de celebrar las elecciones vascas en julio, tras ser convocadas inicialmente para el 5 de abril y suspendidas por la pandemia, ha sorprendido a la política española y a la vasca, cuyos partidos la debatirán el jueves en una sesión convocada por el lehendakari.
La propuesta tiene lógica desde la perspectiva económica y política, pero es dudosa desde la sanitaria. Urkullu asume importantes riesgos. Lo hace al anuncia...
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La propuesta del lehendakari Urkullu de celebrar las elecciones vascas en julio, tras ser convocadas inicialmente para el 5 de abril y suspendidas por la pandemia, ha sorprendido a la política española y a la vasca, cuyos partidos la debatirán el jueves en una sesión convocada por el lehendakari.
La propuesta tiene lógica desde la perspectiva económica y política, pero es dudosa desde la sanitaria. Urkullu asume importantes riesgos. Lo hace al anunciar para el día 15 la apertura de colegios y comercios. Pero los corre aún más con la posible convocatoria electoral en julio. Las autoridades sanitarias han trasladado a las políticas que hasta mediados de mayo no se podrá vislumbrar la evolución de la pandemia en el verano con lo que no existen aún garantías para la celebración electoral. Pero la evolución de la pandemia es caprichosa, dicen también los expertos, y los pronósticos de mayo para julio pueden ser alterados por la realidad.
Paralelamente, mientras no haya certezas sanitarias tampoco hay garantías de que los electores puedan participar libremente en los comicios pues, previsiblemente, aumentará la abstención forzada en los sectores de la población más vulnerables como confirmaron los comicios municipales franceses de marzo.
Otra cosa es la lógica política. Es razonable que el lehendakari, que encabeza una situación política anómala, con una convocatoria electoral suspendida y unas instituciones en funciones, quiera despejarla cuanto antes. Si se celebrasen las elecciones en julio se presentaría en otoño con un Gobierno y un Parlamento en funciones plenas para afrontar la difícil tarea de la reconstrucción económica y social, empezando por la elaboración de los presupuestos. La Hacienda vasca ya contabiliza un agujero de 2.000 millones de euros sobre un presupuesto de 11.000.
Pero junto a la impecable lógica institucional existe otra lógica, la electoral de los partidos. A nadie se le oculta que al PNV y en parte al PSE, su socio de gobierno, les interesa que las elecciones se celebren antes de que en otoño se perciban con más nitidez las consecuencias del descalabro económico y social de la pandemia.
El PNV se encuentra, además, en una situación política crecientemente incómoda. Reproduce estos días en su forma de gobernar Euskadi lo que reprocha al Ejecutivo socialista: falta de comunicación con los partidos. Su necesidad de desmarcarse del Gobierno de Sánchez –con sus reproches a la hibernación y al mando único- le ha provocado tensiones con sus socios del PSE sin llegar la sangre al río pues no interesa a ambos. Pero su estilo también ha provocado un malestar creciente en la oposición a la que trata de apaciguar con la convocatoria del jueves con el señuelo del debate electoral de julio. De la reunión no puede salir nada definitivo sobre la convocatoria electoral, pero cabe esperar que primen los criterios sanitarios sobre los políticos y económicos.
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