La principal falla de Valencia arde solitaria pero salva el simbólico rostro de la joven que medita con mascarilla
El fuego devora el cuerpo central del monumento municipal y perdona el resto para la celebración en julio de unas fiestas aplazadas por la pandemia
En la clandestinidad, sin público, sin petardos, con las únicas lágrimas de la fina lluvia que caía. Así ardió el cuerpo central de la falla municipal de Valencia la pasada madrugada en silencio, con los valencianos confinados en sus casas y sin más público que un retén de bomberos y policías. La propagación del coronavirus ha obliga...
En la clandestinidad, sin público, sin petardos, con las únicas lágrimas de la fina lluvia que caía. Así ardió el cuerpo central de la falla municipal de Valencia la pasada madrugada en silencio, con los valencianos confinados en sus casas y sin más público que un retén de bomberos y policías. La propagación del coronavirus ha obligado a la ciudad a aplazar su fiesta grande, la que despide el invierno y da paso a la primavera. Ante la imposibilidad de desmontar la parte inferior del monumento fallero, ya instalado en la calle tras el estallido de la crisis, quemarlo era la solución más plausible. Así que anoche, en medio de una lluvia ligera, sin darle publicidad, las llamas devoraron parte de una estructura que debía alzarse a 20 metros del suelo.
Pero el fuego, que tradicionalmente consume la medianoche de cada 19 de marzo cerca de 700 fallas, no ha arrasado con todo el monumento del Ayuntamiento, que este año tenía como lema un premonitorio Açò també passarà (Esto también pasará). La falla, una gigantesca joven meditando, obra del artista urbano Escif y de los artesanos Manolo Martín y José Ramón Espuig, ha perdido, pasto de las llamas, solo su parte inferior pero conserva el icónico busto, con la cara tapada con una mascarilla, para ser quemado en julio, mes al que la ciudad ha decidido aplazar una fiesta que mueve cientos de millones de euros en talleres artesanos, pirotecnia, flores, indumentaria y bandas de música.
El concejal de Cultura Festiva del Ayuntamiento de Valencia, Carlos Galiana, después de haberlo hablado este lunes con los artistas creadores de la falla, anunció ayer que no se iba a quemar toda, aunque en un principio se dijo que sí. “Se ha convertido en todo un símbolo y en julio desaparecerá entre las llamas como manda la tradición llevándose todas aquellas cosas que no nos gustan. Es la esencia de las Fallas, su idiosincrasia”, afirmó Galiana, quien recordó que la Cremà parcial de anoche, histórica por su singularidad, iba a producirse sin ninguna publicidad, de acuerdo con las indicaciones de las autoridades sanitarias: evitar aglomeraciones y contribuir así a la contención del virus COVID-19.
Galiana, que explicó que una vez pasen estos días será tiempo para pensar cómo se tiene que replantar la falla municipal, ha hecho un llamamiento a “la responsabilidad ya demostrada por el mundo fallero y por el resto de la ciudadanía de Valencia para asumir que la Cremà de estos días tenía que ser sin público y la que se disfrutará será la que en julio muestre al mundo cómo renace una fiesta y una ciudad después de ganarle la batalla a una pandemia”.
Dentro de cuatro meses, si las autoridades sanitarias dan su consentimiento, arderá la cabeza de la joven meditando y las escenas que nunca llegaron a plantarse y completaban el monumento. Otras comisiones falleras de la sección especial, como Na Jordana y Cuba-Literato Azorín, que por su complejidad tampoco pudieron desmontar del todo sus monumentos para guardarlos hasta julio, quemaron anoche lo que quedaba en la calle. Unas 700 fallas a punto de ser plantadas se han trasladado ya al recinto ferial de Valencia y allí permanecerán hasta que en verano se retome la fiesta.
La figura de la joven yogui, partida en dos, estaba montándose hace una semana cuando la Generalitat Valenciana decidió suspender las Fallas para evitar el riesgo de contagios de coronavirus en las aglomeraciones de miles de personas típicas de esos días festivos. El artista urbano Escif y los maestros artesanos autores del monumento le colocaron entonces un mascarilla en la cara a modo de símbolo de lo que estaba ocurriendo en medio mundo.
Se trata de un monumento innovador, que iba a girar íntegramente cuatro veces al día para reflexionar sobre una realidad efímera y con pensamientos y experiencias que vienen y van, como hacen las fallas al purificar con las llamas todo un año de trabajo.