Albarracín, Mirabel, Miravete de la Sierra y otros pueblos bonitos de Teruel
14 villas en la provincia con un ambiente mágico, muchísimo patrimonio y enclavadas en paisajes sorprendentes. El silencio y el aislamiento se han convertido en su mejor baza para atraer a visitantes dispuestos a descubrir lugares con encanto fuera de ruta
Albarracín, la gran muralla roja. Es complicado elegir cuál es el pueblo más bonito de Teruel, pero uno de los que más puntos acumula para erigirse con el cetro es esta villa medieval rodeada por la muralla más impresionante de la provincia. Está a 38 kilómetros de la capital, aferrado a un promontorio rocoso excavado por el río Guadalaviar, que pasa a sus pies, y rodeado por una naturaleza tan sugerente como hostil. El pueblo parece haberse detenido en plena Edad Media, con sus casas cubiertas por una cal colorada por el óxido de hierro, los balcones colgantes de madera, las verjas de forja en las ventanas y sus estrechas y empinadas callejuelas empedradas. La alta muralla almenada anuncia Albarracín desde lejos. Alta y majestuosa, rodea la villa desde hace más de mil años resguardando el que hoy es uno de los pueblos más bonitos de España. Es también una parada imprescindible para los amantes de la naturaleza, pues se encuentra en el corazón de la llamada sierra de Albarracín, un conjunto rocoso entre Aragón, la Comunidad Valenciana y Castilla-La Mancha. Desde el mismo pueblo es posible recorrer numerosas sendas que se adentran por los alrededores, siguiendo, por ejemplo, el cauce del Guadalaviar.Alf ( GETTY IMAGES )Mora de Rubielos, un castillo inexpugnable para soñar con guerreros medievales. Junto con su hermana Rubielos de Mora, este pueblo también figura siempre en los listados de los pueblos más bonitos de la provincia y de España. Mora es la capital de la comarca de Gúdar-Javalambre y es una deliciosa villa medieval salpicada de palacios, iglesias y con un castillo que parece sacado de un cuento, todo a lo largo de silenciosas calles empedradas flanqueadas por balcones de madera y a las cuales se accede por antiguas puertas fortificadas, testigos de la importancia que tuvo en la Edad Media. Fue un lugar estratégico tanto en la guerra contra los musulmanes como en los enfrentamientos entre las Coronas aragonesa y castellana. Lo más impresionante del pueblo es el Palacio de los Fernández de Heredia Castillo, encaramado encima de un peñasco, un inexpugnable castillo de piedra que durante siglos fue la residencia de los señores locales. Organizado alrededor de la plaza de armas, no le falta de nada: macizos torreones, enormes salones, una capilla, alcobas señoriales, amplias bodegas…. Aquí hay también una colegiata gótica de lo más llamativa y un buen conjunto de palacios medievales, además de muchos grandes portales de diferentes épocas, que son una de sus señas de identidad.Angel Villalba ( GETTY IMAGES )Rubielos de Mora, palacios, iglesias, monasterios y museos. Hermana (casi) gemela de Mora de Rubielos, esta elegante villa fue fundada en el siglo XII al amparo de las onduladas colinas de la sierra de Gúdar. Doscientos años después recibió a numerosos nobles navarros, vascos y catalanes, que transformaron el lugar en una refinada villa, llena de palacios, iglesias y monasterios. Para acceder al casco antiguo hay que cruzar uno de los dos portales (de San Antonio y del Carmen) que en otros tiempos se abrían en la muralla de la ciudad. Una vez dentro todo consiste en pasear por sus calles medievales, fijándonos en sus edificios (el Ayuntamiento y una antigua colegiata son los más notables), o asomándonos a sus museos, como el del pintor Salvador Victoria, en el antiguo hospital de peregrinos, o el Museo Gonzalvo, en un antiguo convento barroco de los carmelitas calzados. No está de mas acercarse al gran convento de las agustinas, que, aunque es de clausura, vende en el torno unos exquisitos dulces artesanales.
Angel Villalba ( GETTY IMAGES )
Calaceite, el pueblo del aceite. Este pueblo está lleno de edificios renacentistas y barrocos. Durante siglos, fue una de las villas más poderosas de la comarca del Matarraña, en el extremo norte de la provincia. Su riqueza residía, como delata su nombre, en la elaboración de aceite, y todavía los olivares rodean la villa dando al lugar y a su entorno un aspecto ordenado y bucólico. Los soportales de su plaza de España con arcos de medio punto son uno de sus rincones más sugerentes. Aquí está el palacio renacentista del Ayuntamiento, con la antigua cárcel de la villa, pero a lo largo de todo el casco antiguo llaman la atención los soportales y capillas. Además, cerca hay muchos yacimientos arqueológicos, el más interesante de ellos es el poblado ibérico de San Antonio.
Jose Luis Mieza ( GETTY IMAGES )Valderrobres, una acrópolis medieval sobre el Matarraña. Abrazado por un enorme castillo medieval y por el río Matarraña que lo atraviesa, este es uno de esos lugares donde uno siente que está en la Edad Media. Silencioso y coqueto, sus desordenadas calles bajan por las laderas del montículo al que se aferra el pueblo. Guarda, además, mucho patrimonio cultural y arquitectónico. Su puente de Piedra es la estampa más clásica, con las bonitas casas con balcones de madera colgantes sobre el curso del río y la torre del castillo como telón de fondo. Una vez superado el puente, se accede a la villa por el portal de San Roque, una de las siete puertas almenadas que se abrían en el recinto amurallado. Y subiendo a la parte alta de la villa, por rampas, escaleras y empinadas calles de piedra, esperan un enorme castillo y una impresionante iglesia gótica considerada uno de los mejores ejemplos aragoneses de este estilo arquitectónico. En el laberíntico interior del castillo están la bodega, las caballerizas, la sala capitular, las cocinas y la despensa, además de las salas y salones de los actos oficiales y las estancias privadas de arzobispo.
ose Miguel Sanchez ( Alamy / CORDON PRESS )Mirambel, un pueblo de película. Otra de esas villas que se fueron despoblando a lo largo del siglo XX y que, tal vez por eso, ha mantenido un aire casi irreal. Rodeado por una muralla levantada en el siglo XIV, con un aire bucólico y sosegado y silenciosas calles empedradas cerradas al tráfico, ha sido escenario de numerosos rodajes, tanto españoles como extranjeros. Comparte historia con otros pueblos del Maestrazgo: reconquistado hacia 1169 por Alfonso II, cedida a los templarios primero y a los sanjuanistas después, gozó de gran esplendor a partir del siglo XVI, cuando se construyeron los palacios y casas de estilo renacentista que le han valido el título de conjunto histórico artístico. Llama mucho la atención el llamado Portal de las monjas, la más famosa de las cuatro puertas que se abren en la muralla de la villa, con unas galerías cubiertas por elegantes celosías de yeso y barro, únicas en su género, con intricados dibujos geométricos. Otro rincón lleno de encanto es la pequeña explanada en la que se enfrentan un palacete renacentista que acoge al Ayuntamiento y la parroquia de Santa Margarita.
Witold Skrypczak ( Alamy / CORDON PRESS )
La Iglesuela del Cid, leyendas del Cid Campeador. Dicen que este pueblo en la frontera con la Comunidad Valenciana fue mandado levantar por el mismísimo Cid cuando pasó por aquí. A él se deberían el castillo y el recinto amurallado. Leyendas aparte, de la fortaleza solo queda parte de la estructura y el torreón de los Nublos, y también muchos palacios de nobles por todo su casco antiguo. Representa la esencia del Maestrazgo, con esas grandes casonas con portadas como la Casa Aliaga, un enorme palacio renacentista que hoy es la oficina de turismo pero que está considerado el máximo ejemplo de arquitectura palaciega de la comarca (y que se puede visitar). Y en su iglesia de la Purificación está la talla románica ante la que, según la leyenda, rezó el Cid en varias ocasiones.
Dorling Kindersley ( Alamy / CORDON PRESS )Cantavieja, tierra de caballeros y carlistas. Capital de la comarca del Maestrazgo, presume de ser uno de los pueblos más bonitos de Aragón. Se llama así por los maestros de las órdenes militares que durante la Edad Media dominaban gran parte de la región. Dicen que fue fundado por el general cartaginés Amílcar Barca, en lo alto de un peñasco a 1.300 metros. Más tarde, durante la Edad Media, prosperó gracias a las órdenes militares caballerescas que se sucedieron en su dominio: la del Santo Redentor, la del Temple y, finalmente, la de San Juan de Jerusalén. Tras siglos de aletargamiento, se volvió a convertir en centro militar neurálgico durante las Guerras Carlistas, cuando el comandante carlista Ramón Cabrera la eligió como cuartel general. Lo cuentan muy bien en el Museo de las Guerras Carlistas, en la misma casa donde está la oficina de turismo. ¿Qué queda de toda esa historia? Pues básicamente un conjunto rural lleno de encanto y rincones perfectos para la foto, como una plaza porticada a la que se asoman el Ayuntamiento, un palacete del siglo XVI y una iglesia que es el centro de la localidad. Y, por supuesto, no le falta un antiguo castillo construido en un espolón rocoso que domina la llanura que rodea Cantavieja.
Josep Curto ( Alamy / CORDON PRESS )Puertomingalvo, para la desconexión total. Este encantador enclave es silencioso y recogido, con sus casas de piedra sobre un promontorio rocoso coronado por un austero castillo. Está entre las montañas de Javalambre, escondido como un regalo en piedra. Fue un pueblo reconquistado en 1181 y se mantienen algunos edificios medievales interesantes, como el palacio del Ayuntamiento, considerado una obra maestra del gótico civil aragonés. A la villa se entra por un macizo portal, el de San Antonio, que se abre en la antigua muralla que protegía el caserío. Y especialmente llamativa es la iglesia barroca de San Blas, que compite con el castillo como monumento más importante de Puertomingalvo. Callejeando por el casco histórico se llega hasta el castillo: la vista panorámica desde lo alto es fantástica.
Dukas Presseagentur ( Alamy / CORDON PRESS )Alcañiz, castillos y pasadizos secretos. Realmente no es un pueblo, sino una pequeña ciudad acurrucada en un meandro del río Guadalope que la abraza y la protege. Capital del Bajo Aragón es monumental y merece la pena visitar su casco antiguo de traza medieval, donde hay muchos palacios nobiliarios, iglesias y museos. Además, el impresionante castillo de los Calatravos dominando la villa, una fortaleza del siglo XII que ahora funciona como parador nacional y que tiene un aura romántica e inexpugnable, como de cuento. Los mejores edificios góticos y renacentistas están más abajo, en la plaza de España, y allí también está la entrada a uno de los lugares más curiosos del pueblo bajo tierra: una intrincada red de pasadizos subterráneos de época medieval excavados directamente en la roca. Los palacios más emblemáticos y antiguos estaban conectados entre sí y extramuros por esta red de túneles a los que hoy se accede desde la oficina de turismo.
Xavier Fores - Joana Roncero ( Alamy / CORDON PRESS )Cretas, viaje al pasado entre calles empedradas. En el barranco de Calapatá, es menos conocido que otros pueblos vecinos a pesar de ser una joya gótica y que un paseo por sus calles empedradas traslada a otras épocas de esplendor, entre edificios medievales y renacentistas. Basta para ello echar un vistazo a la majestuosa iglesia de la Asunción, a la capilla de San Antonio de Padua, a la llamada Casa Turull o al evocador Portal de San Roque. Por aquí hay restos arqueológicos desde mucho antes de que se asentaran los romanos (que dejaron también sus huellas en el yacimiento de Campo Romano). Una imagen que todos fotografían es la plaza Mayor, presidida por un “rollo de justicia” y una visita recomendable, a un paso de allí, es el Horno del Llerda, uno de los hornos más antiguos de Teruel, que vende unos dulces típicos de Cretas.
Jose Miguel Sanchez ( Alamy / CORDON PRESS )Beceite, el pueblo del puente de un solo arco. A unos 20 minutos en coche de Cretas, esta población medieval es sobre todo conocida por los paisajes naturales de los alrededores (el Parrizal, las Pozas de la Pesquera, el embalse de Pena…). Pero Beceite en sí tiene nada menos que cinco portales, calles empedradas, edificios medievales y renacentistas, y un puente de piedra de un solo arco, del siglo XV, que es su imagen más icónica. Desde lo alto del puente se tienen unas buenas vistas del río Matarraña, que nace muy cerca, y que en verano se llena de bañistas que acuden a sus pozas de aguas cristalinas. Desde el puente, además, se ven las antiguas fábricas y molinos papeleros de Beceite, una industria que fue muy potente desde el siglo XVII hasta mediados del siglo XX.
Christian Rojo Garcia ( GETTY IMAGES )La Fresneda, soportales y una escondida judería. Las guerras carlistas y sobre todo la Guerra Civil dejaron muchos daños en este pueblo, que hoy sin embargo está restaurado y ha vuelto a figurar entre los objetivos de los viajeros por la provincia. En la calle Mayor quedan magníficos edificios hasta llegar a la plaza Mayor, y de ella parten callejuelas estrechas que se corresponden a la antigua judería. Hoy, con las casas llenas de plantas y flores, tiene un encanto muy especial. En la plaza Mayor, triangular y rodeada de soportales y casas señoriales, se alza el Ayuntamiento, una joya renacentista del siglo XVI. Aunque tal vez su edificio más emblemático sea el imponente Palacio de la Encomienda, donde vivía el comendador de la Orden de Calatrava, la poderosa orden religioso-militar que gobernó esta zona durante seis siglos. Además, se puede aprovechar el viaje para comprar algún producto típico de la zona: el queso de cabra, la trufa negra, los melocotones o la miel. Y, por supuesto, hay probar unas buenas migas del Pastor o una trucha del Matarraña.
Luis Davilla ( GETTY IMAGES )Miravete de la Sierra, donde nunca pasa nada. Ubicado en el Maestrazgo y con apenas habitantes, su casco urbano está declarado Conjunto Histórico Artístico y es uno de los mejores ejemplos de arquitectura medieval de la provincia. Lo mejor: su iglesia de las Nieves, gótica renacentista. En 2003 se intentó atraer turistas con una campaña publicitaria que lo vendía como "el pueblo donde nunca pasa nada". Consiguió cierta notoriedad, y lo más importante: que los turistas se fijaran en él. Y así sigue siendo: minúsculo, rural y con encanto. Además, es parte del Parque Cultural del Maestrazgo, un territorio extenso en el que junto con patrimonio cultural hay también geología, yacimientos arqueológicos y una naturaleza bien conservada que se puede disfrutar haciendo senderismo. Desde el pueblo parten varios senderos señalizados que llevan a lugares como Villarroya de los Pinares o a ver las huellas fósiles de dinosaurios, que fueron declaradas zona paleontológica en el año 2003.Dukas Presseagentur ( Alamy / CORDON PRESS )
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