Ventajas de viajar cuando todo el mundo ha vuelto de vacaciones
La costumbre y la presión social hacen complicado no escaparse en los meses típicos de verano, cuando en realidad septiembre y octubre pueden ser grandes opciones para el turista. Solo hay que aguantar y tener la suerte de poder hacerlo
En el verano más caro de la historia de España, en el que ir a Mallorca cuesta tanto como viajar a Bali, julio y agosto siguen reinando. Pero aunque históricamente estos dos meses acumulan más gente vacacionando [no en vano sus nombres vienen directamente de los inventores del concepto vacaciones, los antiguos romanos], algo está cambiando en las cabecitas de la clase media española, que últimamente se desmarca eligiendo períodos antes o después de estas fechas para irse de viaje.
Según el último Informe de Temporada del Observatorio Nacional del Turismo Emisor (ObservaTUR), en lo que se refiere a irse de vacaciones, julio ha vivido una época dorada en comparación con años anteriores. El documento, datado a finales del pasado junio, apuntaba a que el 33% de los españoles que iban a viajar este verano —algo más de 3 de cada 10— lo haría a partir del día 1 de julio, un récord respecto a las cuatro temporadas pasadas que conforman el histórico. En cambio, agosto no vive su mejor momento como mes de vacaciones, ni mucho menos. También según ObservaTUR, en los últimos años este mes va en caída como período preferido por los españoles para hacer una escapada de verano, siendo, en concreto, la opción de tan solo un 35% de españoles en el actual estío.
Si esta tendencia continúa, querrá decir que hemos aprendido algo, que nos hemos cansado de no encontrar sitio para clavar la sombrilla, que hemos asimilado que hacer una cola de media hora para comerse un helado no son vacaciones. Pero, un momento: ¿Qué son las vacaciones? ¿Irse de vacaciones implica necesariamente hacer un viaje? ¿No es de verdad verano si nos quedamos en casa? “Bueno, irse de vacaciones es relativamente moderno”, sentencia al otro lado del teléfono Tomás Santa Cecilia, psicólogo y director del Centro de Consultoría Psicológica CECOPS. “Las vacaciones, contrariamente a lo que la gente piensa, no son una necesidad, sino un deseo, una cosa secundaria. Descansar es una necesidad. Recobrar energía es una necesidad. Dormir es una necesidad”, continúa el experto, decidido a dejar clara la diferencia: “Irnos de vacaciones a la playa, o irnos a Maldivas, o irnos a recorrer el mundo es un deseo que a muchas personas les gusta y a otras no les gusta”. Y precisamente esta circunstancia, que no todo el mundo quiere o puede viajar, alimenta inevitablemente otra gran pandemia social: la presión.
Por culpa de la presión y sin darnos cuenta (como funciona cualquiera de los perversos mecanismos psicológicos), pasamos a creer que necesitamos viajar en vacaciones y, además, sin tardar mucho: “La presión del grupo condiciona muchas veces nuestro comportamiento. El hecho de que todo nuestro entorno se vaya de vacaciones en agosto —nuestros vecinos, nuestros amigos— nos incita a ponernos más inquietos”, desarrolla Santa Cecilia. En este escenario, quienes resisten, quienes pueden esperar a que acaben julio y agosto, a que los demás vuelvan, para hacer un viaje menos masificado, fuera del menú de temporada alta, son casi unos héroes. Suelen tener, según el psicólogo, “una personalidad muy marcada”.
Más concretamente, apunta, en cuanto a estilo vacacional existen “tres tipos de personas”. Resumiendo sus palabras, están “las que se anticipan”, personas muy organizadas y planificadoras, que no se dejan llevar tanto por la presión y que valoran cosas diferentes a quienes viajan en julio y agosto, como ir a sitios donde hay poca gente, el buen servicio y los costes más bajos. El segundo tipo son las personas que, por circunstancias de su vida (trabajos, responsabilidades varias), deben esperar sí o sí a los meses de julio y agosto para viajar. El experto matiza que, dentro de estas, a modo de subtipo, están las personas que no es que no puedan irse en otro período más tranquilo, es que prefieren viajar cuando hay gente, para “ir al chiringuito y socializar. Gente a la que le gusta la gente”, resume. Por último, el tercer tipo está formado por los que directamente esperan a septiembre porque “los hoteles son más baratos, hay mucha menos gente” y, como matiz importante, su situación les permite pasar a gusto la temporada alta en sus lugares de residencia. “Al final —concluye el psicólogo—, se trata de una toma de decisiones y la toma de decisiones está muy influenciada por las capacidades que tengamos".
¿Pero qué encuentran exactamente en sus destinos estos héroes que se van de vacaciones cuando los demás vuelven? O su versión adelantada, es decir, aquellos que se van antes de que los demás se vayan, sabiendo que luego tendrán por delante un largo verano. Esto mismo es lo que hacía la pareja de viajeros que ahora está detrás del perfil de redes sociales @viajeroextranjero [con 955.000 seguidores en Instagram], Elena Herraiz y Víctor Gata, que antes de dedicarse profesionalmente al viaje ya lo practicaban como pasión. Y así siguen viajando, como explica Herraiz por teléfono: “Todos los viajes que hacemos, tanto por trabajo como por nuestra cuenta, los hacemos fuera de temporada. En julio y agosto estamos en casita, quietos”. En una llamada con ambos, explican que, ya antes de ser creadores de contenido de viajes, intentaban desplazarse en mayo o junio “porque hay más horas de luz”. Además, continúa Herraiz: “Fuera de temporada alta, las cosas son siempre más baratas y hay menos masificación”. Pero saben que viajar en esos períodos no está al alcance de cualquiera: “Es una suerte o un privilegio. Yo no puedo ir diciendo a todo el mundo ‘ni se te ocurra viajar en agosto’, porque es que no depende de que tú quieras. Muchas veces depende de que no puedas elegir fechas, de que no tengas hijos que tengan vacaciones en otros meses...”.
Como expertos en destinos, Herraiz y Gata tienen claro que viajar fuera de temporada alta tiene, sobre todo, ventajas, en concreto para ellos, como profesionales: “A la hora de grabar y de crear contenido, pelearnos con las aglomeraciones nos quita años de vida. Cuando hay menos personas es mucho más fácil grabar tomas limpias de los sitios. Todos los destinos lucen más cuando no se ve muchísima gente en ellos”, explica Herraiz. Preguntados sobre qué tipo de turistas se encuentran fuera de temporada, cuentan que no se ven muchos niños y sí parejas jóvenes sin hijos. Gata tiene una visión interesante sobre ellos: “Yo creo que es gente a la que le apasiona viajar”. Y profundiza: “Quizás ese viaje es uno de los tres o cuatro que van a hacer en el año, y buscan algo fuera de fecha, un poquito más barato, que puedan compaginar con otro viaje que tengan en mente. Si solo vas a hacer un viaje al año, te da un poco igual viajar en julio o agosto, pierdes un poco más la percepción de si te va a costar más o menos”.
En cuanto a desventajas, mencionan pocas: “Son las mínimas —según Herraiz— aunque sí que te puedes encontrar algún problemilla, como que haya menos frecuencia de vuelos y no puedas hacer el viaje exactamente como tú quieres. O los horarios de las atracciones turísticas, porque a lo mejor las encuentras cerradas o solo abren en verano”. Pero, incluso teniendo en cuenta estas cosas, y seguramente por la tendencia a la que apuntan los informes turísticos y que refleja una apertura cada vez mayor a huir de los meses típicos, las empresas en destino suelen alargar sus aperturas “por lo menos desde mayo, junio y hasta finales de septiembre”.
¿Y qué dicen los viajeros no profesionales sobre irse de vacaciones cuando los demás están trabajando? ¿Existe un espécimen real de estos héroes? La española Clara Valero, investigadora de universidad residente en Mánchester (Inglaterra) y una de esas personas que quiere y puede viajar a contracorriente, coincide con Elena Herraiz y Víctor Gata en que, si hay alguna desventaja, esta tiene que ver con encontrar servicios no disponibles: “La sauna del gimnasio solo la abrimos en julio y agosto —simula Valero la voz de un empleado de hotel—. En serio, ¿por qué?”. Y si hay una ventaja clara para ella es que “no hay niños”. En su caso, además, cuenta por teléfono que viaja con frecuencia para ver a sus amigos: “Al vivir fuera de España, puedes perder el contacto con la gente, así que aprovecho para ir a visitarles, sobre todo si viven en sitios con cosas que hacer, pero siempre evitando la masificación, que no me gusta nada”. Sus viajes a España, además, la condicionan para viajar entre septiembre y octubre y así “evitar el calor”, algo que puede permitirse por la flexibilidad de su trabajo. “En Inglaterra también se viaja mucho en julio y agosto y los precios se ponen por las nubes”, añade Valero, que también incide en lo conveniente que es viajar en otros meses y aprovechar precios más baratos. Pero, ella también avisa, “esto tampoco se nota ya tanto”.