Los mejores planes para conocer Luang Prabang, la gema del Mekong
Bañarse en una cascada, pasar un día entre elefantes o visitar cuevas remotas repletas con miles de budas son algunos de los atractivos que aguardan en la antigua capital de Laos
Luang Prabang, la antigua capital de Laos, es una pequeña joya del sudeste asiático. Conocida por sus templos budistas y centro espiritual del país, es una de las ciudades más bonitas de la región, en parte gracias a que la Unesco la declaró patrimonio mundial en 1995, reconociendo así su “excepcional paisaje urbano”, un ejemplo de la fusión de la arquitectura tradicional con las estructuras urbanas creadas por los colonos europeos en los siglos XIX y XX. Ese nombramiento frenó su veloz desarrollo...
Luang Prabang, la antigua capital de Laos, es una pequeña joya del sudeste asiático. Conocida por sus templos budistas y centro espiritual del país, es una de las ciudades más bonitas de la región, en parte gracias a que la Unesco la declaró patrimonio mundial en 1995, reconociendo así su “excepcional paisaje urbano”, un ejemplo de la fusión de la arquitectura tradicional con las estructuras urbanas creadas por los colonos europeos en los siglos XIX y XX. Ese nombramiento frenó su veloz desarrollo, a diferencia de lo que ocurre en otras urbes asiáticas, donde son comunes los continuos bocinazos y los rascacielos. Aquí, muchas de sus calles son estrechas, pensadas para ir a pie o en bicicleta, contribuyendo a un ambiente tranquilo.
Laos no tiene salida al mar, con lo que, el país, atrae menos visitantes que sus vecinos, Tailandia, Camboya o Vietnam. Y Luang Prabang, una ciudad pequeña de no más de 77.000 habitantes, se encuentra en una pequeña península formada por el río Mekong a un lado, y su afluente, el río Nam Khan, por el otro, acompañado de una densa vegetación tropical. Se asocian muchas leyendas con la creación de Luang Prabang. Una de ellas cuenta que Buda sonrió cuando se quedó a descansar durante uno de sus viajes y profetizó que algún día sería una ciudad bien poderosa. Y de alguna manera, así lo fue. Durante el siglo XIV al XVI, Luang Prabang se convirtió en la capital del Reino de un Millón de Elefantes. Fue, también, el centro del budismo en la región y capital del Protectorado francés en 1893. De esta época, ha quedado una huella en la cultura y la arquitectura. Los colonos franceses utilizaban materiales y técnicas de construcción europeas, como el ladrillo y la piedra, mientras que en la arquitectura tradicional laosiana se empleaban la madera y el bambú.
Varias casas coloniales del centro histórico han sido reconvertidas en hoteles, restaurantes y cafeterías que mantienen esta estética colonial tan característica, donde se puede disfrutar de un cruasán con mantequilla recién horneado. Algunas de las mejores direcciones son Banneton Cafe, Joma Bakery Cafe y Saffron Coffee.
En Luang Prabang, encontraremos numerosos complejos de templos y monasterios budistas a los que se les llama Wat. Es aquí donde se celebran las ceremonias y a sus alrededores es común ver a los monjes, vestidos con sus túnicas de color azafrán. Llama la atención que algunos de ellos son muy jóvenes: la vida monástica es una oportunidad de escapar de la falta de oportunidades, puesto que se les ofrece alojamiento, comida y educación. Además, quien madruga tendrá recompensa: todos los días, a partir de las cinco de la madrugada, los monjes salen de sus monasterios a recoger ofrendas en forma de alimentos y desfilan a lo largo de la Sakkaline Road, cerca del Wat Sensoukhara. Según la tradición budista, los monjes dependen de su comunidad para cubrir sus necesidades básicas, como la ropa y la comida, y, por otra parte, al dar limosnas, las personas budistas adquieren méritos.
Una vez terminada la ceremonia, muchos visitantes se dirigen al Morning Market, un mercado que abre todos los días, de 5.00 a 10 .00, a comprar algo para desayunar, como una sopa de noodles o un pancake de arroz con coco. En el mercado encontraremos algunos animales vivos, como peces o pájaros enjaulados, para que los compradores los liberen por compasión. Otra forma de hacer méritos.
Las cascadas cercanas a la ciudad son una de las visitas más atractivas de Luang Prabang. Las más conocidas son las de Kuang Si, una serie de cascadas y piscinas naturales que se encuentran en un parque natural protegido, rodeado de vegetación y senderos para caminar. El mejor momento para llegar es con la apertura del recinto, a las ocho de la mañana. Será la mejor oportunidad para disfrutar del espacio y darse un baño, prácticamente solo. En la entrada hay un santuario para osos asiáticos, donde observar esta especie en peligro de extinción en su hábitat natural. Y siguiendo la excursión, al lado de Kuang Si se encuentra Khoun Moung Keo, una catarata menos conocida a la que acercarse para una perfecta pausa para comer: desde el restaurante de cocina laosiana Keo Waterfalls Oasis se tiene una vista espectacular del salto de agua.
En un santuario de elefantes
Tad Sae es otra de las cataratas conocidas de Luang Prabang. Está junto al santuario de elefantes Elephant Village, un lugar donde los visitantes pueden entrar en contacto con uno de estos mamíferos de trompa larga que están en peligro de extinción debido a la caza furtiva y la degradación de su hábitat natural. En el centro, los visitantes pueden aprender sobre su comportamiento y cuidado, sin montar, al igual que en otros proyectos de la zona, como Mandalao Elephant Conservation, santuario que permite una experiencia personalizada en pequeños grupos. Sus recorridos comienzan con una introducción de su maestro de elefantes que ha trabajado con estos animales durante más de 30 años.
Sumando atractivos al viaje, Pak Ou son un conjunto de cuevas sagradas ubicadas en un acantilado con vista al Mekong que contienen miles de estatuas de Buda colocadas allí por peregrinos y devotos durante siglos. Las cuevas son accesibles en barco y la travesía hasta aquí es una aventura en sí misma. Si se hace la visita organizada, el recorrido es de alrededor de dos horas, incluida media hora para visitar Ban Xang Hai, conocido como el pueblo del Whisky. Las entradas se pueden adquirir frente a Saffron Coffee.
La hora del día también determina cuál es el mejor momento de ir al monte Phousi. Y este es cuando baja el calor, pues para llegar a su cima es necesario subir 328 escalones. La recompensa es la mejor vista panorámica del paisaje, desde las alturas con la caída del sol sobre el río Mekong al atardecer.
Después, llega el momento de ir al mercado nocturno. Abre todos los días de 17.00 a 22.00 en la calle Sisavangvong Road, un tramo que se cierra al tráfico de vehículos, para dejar paso a muchos vendedores de productos hechos a mano. En una plaza, hay puestos de comida y algunas mesas. En ellos podremos probar platos conocidos de la comida laosiana, como la Tam mak hoong (ensalada de papaya), las Sai oua (salchichas de cerdo especiadas) o el Khao Soi (fideos en sopa de curry). El mercado es una buena oportunidad para probar varias opciones y apoyar a las familias locales.
A la hora de dormir, uno de los hoteles más bonitos es Belmond La Résidence Phou Vao. En el pasado el alojamiento estaba en las afueras, pero debido al crecimiento de la ciudad, ha terminado de absorber la propiedad, que ahora, está prácticamente en el centro. Se encuentra en lo alto de una colina y tiene vistas a las montañas. Es un espacio de relajación absoluta, donde los huéspedes disfrutan del spa después de hacer visitas, de su piscina infinita por la tarde, y de un restaurante de comida laosiana de primer nivel para cenar. La carta elaborada por la chef ejecutiva Larisa Vesterbacka para el restaurante, Tam Nan, es toda una experiencia que invita a conocer varios platos preparados con bambú, hojas de plátano o guisados en sopa en una olla de barro, muchos de ellos preparados con ingredientes orgánicos del jardín que cuida ella misma.
Otra opción es The Belle Rive, un hotel boutique ubicado en el centro del pueblo, a la orilla del río Nam Khan, que ofrece una vista espectacular sobre sus aguas. Está ubicado en una casa colonial histórica que ha sido totalmente renovada, manteniendo su aspecto sofisticado. Desde su terraza al aire libre sobre el río, se disfruta de uno de los mejores atardeceres. Y una alternativa más: en algunos de los santuarios de elefantes, como Elephant Village, también se puede pasar la noche.
Todas estas actividades hacen de Luang Prabang un rincón único. Pero, si se quiere sumar un atractivo más al viaje, lo mejor es visitarlo en la estación seca (de noviembre a marzo), cuando bajan las temperaturas y los campos lucen un brillante color verde.
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