Calas recónditas, acantilados de vértigo, bosques silenciosos, aguas cristalinas y, en fin, la naturaleza salvaje emergiendo entre rocas y arena. Esos parajes existen, no en una isla perdida del Índico, si no a pocos kilómetros de casa. Es el Parque Natural Sierra de Irta, en pleno litoral mediterráneo, en el corazón de la costa de Castellón. Sus 12.000 hectáreas de las que 941 son marinas, de enorme valor paisajístico y ecológico, permanecen tan vírgenes como poco conocidas para el turismo de masas.
Su ruta costera discurre entre Peñíscola y Alcocebre, y es en esta última localidad donde ajustamos el modo de conducción del Ford Puma para emprender un recorrido de caminos, pistas y carreteras que a veces se apartará ligeramente del mar y que en el último trecho tendrá que ascender por carreteras curvadas entre acantilados. Seleccionamos la opción de Modo Pista, que el panel digital de 12,3 pulgadas (según el acabado) nos indica con un icono de curvas y árboles. En este modo de conducción, el Ford Puma adapta automáticamente los ajustes del vehículo (dirección, cambio de marchas, respuesta del motor y caja de cambios) a las conducciones que vamos a encontrar, lo que será especialmente útil en los caminos sin pavimentar, donde, como comprobaremos, este SUV de líneas urbanas da lo mejor de sí mismo.
Recorrido por la Ruta Azul
El viaje lo comenzamos en el faro de Cala Mundina, una construcción moderna de formas geométricas no exenta de gracia y rodeada de calas nudistas. Al sur, la playa de cala Blanca, al norte, la de Ribamar, y en el centro, este pedregoso rincón al que se puede acceder con el coche. Marca el extremo sur del Parque Natural de Sierra de Irta, y el momento de adentrarnos en lo que se ha denominado Ruta Azul, la que bordea la costa, con el techo panorámico del Ford Puma desplegado. Porque para los días de parque y naturaleza lo que uno quiere es que el salitre y el sol y el olor de las plantas aromáticas se peguen al cuerpo como un miembro más de la excursión.
Accedemos a la primera pista arenosa a pocos metros de allí y enseguida conducimos entre los palmitos (la palmera endémica que abunda en esta sierra), los pinos carrascos y plantas como el tomillo y el hinojo, muy abundantes durante toda la ruta. Las edificaciones se espacian, el silencio se generaliza y las primeras calas de cantos, rocas y conchas llegan cuando nos desviamos de la ruta principal: Cala Serradal y Cala Alcossebre.
En uno de esos desvíos costeros, aparecen los bungalós del camping Ribamar, con acceso directo al litoral y comprometido con la sostenibilidad. Nosotros también aportamos nuestro granito de arena poniendo sobre el terreno la arquitectura Mild Hybrid de Ford, pensada para mejorar la eficiencia del combustible, con técnicas como el EcoBoost Hybrid, que optimiza el motor y permite almacenar la energía para cargar una batería de iones de litio refrigerada por aire, entre otras funciones ecológicas.
La primera parada larga la hacemos en la fotogénica Cala Argilaga, que dispone de aparcamiento. Solo compartimos su geografía recogida pero escarpada de cuevas erosionadas por el salitre con unos pescadores que recogen gusanos para el cebo. La sensación de lugar apartado del mundo se prolonga en nuestro camino entre matorrales, en pistas casi siempre de arena, hasta que llegamos a Cala Basseta, por la que discurrimos en paralelo hasta encontrar un lugar ideal para aparcar y aprovechar esta playa larga que combina arenas, rocas y cantos rodados, una de las características de todo este litoral de la Sierra de Irta, que abarca unos 15 kilómetros.
Peñíscola, un final de ruta amurallado
Es el momento de sacar del maletero Megabox todo lo necesario para un picnic playero respetuoso con el medio ambiente en el que no falten los bañadores y los equipos de esnórquel, con los que veremos praderas de posidonia, bajos, bancos y escollos en los que se refugian multitud de especies marinas. El nuevo Ford Puma nos ha ayudado a tenerlo todo a mano con el espacio de carga trasero de 456 litros, que incluye algunas soluciones de almacenaje innovadoras. Con los asientos traseros plegados, el Puma puede acoger una caja de 112 cm de longitud, 97 de anchura y 43 de altura, y facilitar la carga y descarga, apertura y cierre con un solo movimiento de piernas bajo el paragolpes trasero al escoger el portón manos libres. Además, cuando volvamos del baño para encaminarnos hacia Peñíscola, en la última etapa de la ruta, contaremos con su compartimento impermeable con tapón de drenaje, ideal para guardar bañadores mojados, aletas y gafas de buceo sin preocuparnos de que afecte al resto del equipaje.
De camino hacia los acantilados previos a la localidad, aún tenemos tiempo para fotografiar el perfil rocoso y amurallado de la Peñíscola antigua desde la playa del Pebret, más urbanizada que las anteriores gracias a sus merenderos y pasarelas, pero con el inigualable encanto de contar con un suelo hecho de conchas casi machacadas y a la sombra de una de las escasas edificaciones costeras: la Casa del Carabinero. Por su parte, la familiar playa del Russo ofrece también buenas vistas de la villa y una arena fina escoltada de dunas protegidas afianzadas por el lirio marino y otras sorpresas botánicas.
Es a partir de aquí cuando comenzamos a ascender por una corta y sinuosa carretera con vistas de vértigo, en la que hay que pararse varias veces para no perderse nada, sobre todo al alcanzar la Torre Badum, desde la que se buscaban piratas en el mar del siglo XVI. Desde sus 100 metros de altura se contempla casi al completo el camino que se ha recorrido. Ya solo queda acercarse hacia las empinadas calles del casco fortificado de Peñíscola, que llevan siempre al Castillo del Papa Luna, o su faro, su Ermita de la Virgen de la Ermitana y su Casa de las Conchas. Otro viaje dentro del viaje.
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