Europa con buena letra

La calígrafa Patrizia Zambrano repara en cualquier manuscrito que surja ante ella en sus escapadas continentales

Es una apasionada de la escritura manuscrita y ha montado una empresa, Caligrafiando, desde la que da talleres de caligrafía y rotula letreros. Cuando Patrizia Zambrano viaja por Europa, mira con atención cualquier texto manuscrito que surja ante ella.

Empecemos por Italia. ¿Tiene alguna pluma de allí?

En Venecia compré una de cristal de Murano. Me costó carísima, pero es única, no hay dos iguales, y la mía es naranja y celeste. Es muy frágil y por eso...

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Es una apasionada de la escritura manuscrita y ha montado una empresa, Caligrafiando, desde la que da talleres de caligrafía y rotula letreros. Cuando Patrizia Zambrano viaja por Europa, mira con atención cualquier texto manuscrito que surja ante ella.

Empecemos por Italia. ¿Tiene alguna pluma de allí?

En Venecia compré una de cristal de Murano. Me costó carísima, pero es única, no hay dos iguales, y la mía es naranja y celeste. Es muy frágil y por eso la tengo en una vitrina. También fui a una papelería artesanal llamada Scriba, en el barrio del Castello, donde hay plumas de ave a las que le colocan una plumilla de metal.

¿Encuentra ideas en sus viajes?

Siempre. En Venecia me llamó la atención el pan de oro, porque en ese momento comenzaba a trabajarlo. Por ejemplo, la basílica de San Marcos está toda ornamentada con pan de oro. Es tan bonita que compensa el dolor de cuello que da mirarla.

¿Cuál es su ciudad favorita en el ámbito caligráfico?

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Sin duda, París. Es la que más cuida la caligrafía. Siempre hay pizarras con menús muy bien rotulados. Y hay tiendas maravillosas de plumas. Berlín también me gustó, lo vi muy punki caligráficamente.

¿Dejó su inscripción en el muro?

No, por una especie de respeto que me entró, aunque hace cuatro años aún se podía escribir sobre él. El fragmento de muro que vi era una obra de arte del grafiti.

¿En qué ciudad hay muestras de su caligrafía?

A los 16 años escribía en las puertas de los baños, pero ahora rotulo en restaurantes de Madrid, y también escribo en libros de visitas de museos y exposiciones. Siempre llevo mi pluma caligráfica, que tiene el plumín cortado. En el Museo de Orsay, de París, dejé un parrafito.

Nos falta la Península. Seguro que hay un local que le gusta por sus rótulos.

En Madrid se está recuperando la rotulación de pan de oro en cristal y Barcelona tiene sitios muy bonitos. Por ejemplo, me encanta el bar Velòdrom.

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