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Siete bosques españoles para sentir la primavera

De Asturias a La Gomera, reservas donde dejarse seducir por las espesuras de laurisilva, pinsapos y hayedos

El pasado 21 de marzo se celebró el Día Internacional de los Bosques. La ONU ha elegido este día para recordar anualmente la importancia de la conservación de todos los tipos de bosques (que ocupan un tercio de la superficie terrestre). Como los del parque nacional de Garajonay (La Gomera, en la foto), que seduce por el embrujo de su abrumadora naturaleza, sus umbrías, sus bosques retorcidos, por las barbas movedizas que cubren sus troncos y por esa nebulosa verde que domina su estampa.Martin Siepman (agefotostock)
Garajonay acoge la mejor representación de laurisilva de Europa, selvas de laurel que dominaron hace millones de años en toda la cuenca mediterránea y que desaparecieron con el enfriamiento de las glaciaciones. Enclavado en una elevada meseta surcada por numerosos valles, la densa capa de nieblas arrastradas por los vientos alisios que suele cubrirlos provoca una sensación de irrealidad. El hecho de encontrarse en una isla (La Gomera) le ha proporcionado grandes singularidades, como plantas endémicas exclusivas y fauna autóctona como la paloma turqué y la paloma rabiche.AWL
Las selvas de hayas y abetos del curso alto del río Irati son para muchos el tramo más bello del Pirineo navarro. Uno de los más extensos y frondosos bosques de Europa, con valores botánicos y ecológicos excepcionales por su situación geográfica entre los mundos forestales cantábrico y pirenaico. Su límite nórdico llega hasta la frontera francesa, cerca del Col de Orgambideska. En sus extremos sur y este, el bosque de Irati se extiende hasta el valle de Aezkoa y la sierra de Abodi, y al oeste, hasta el barranco de Txangoa y el monte Morukoa.Gonzalo Azumendi
La Selva de Irati (www.selvadeirati.com) está formada por tres pequeñas reservas naturales: Lizardoia, Mendilaz y Tristuibartea. De ellas, Lizardoia, en el monte La Cuestión, es la mancha de bosque mejor conservada. Nunca fue explotada por el hombre y por eso abundan aquí hayas y abetos de más de 40 metros de altura. La mejor manera de conocerla es adentrarse a través de la pista que bordea el embalse de Irabia, desde las inmediaciones de la Real Fábrica de armas de Orbaizeta hasta la ermita de Nuestra Señora de las Nieves, en el corazón del bosque. En el Centro de Interpretación de la Naturaleza de Ochagavía se puede obtener toda la información necesaria sobre estos parajes.Itziar Aio (getty)
Situados en el extremo suroeste de Asturias, los robledales de esta reserva constituyen uno de los bosques mejor conservados y más deslumbrantes de España. Robles, arces, abedules, hayas, serbales, mostajos, majuelos y otras especies del bosque caducifolio se arraciman en los angostos vallejos y barranqueras. La magia del bosque envuelve cada resquicio de Muniellos, mantenido por su aspereza en un estado casi puro. Umbrías y solanas se mezclan en un juego de luces que oculta la presencia de una rica fauna, muy difícil de observar. Osos, lobos, corzos, rebecos, urogallos, pitos negros, martas, nutrias…, ahí están todos aunque no se les ve.Juan Carlos Muñoz (agefotostock)
Las siete horas de caminata del recorrido circular por las lagunas de Muniellos que la guardería de la reserva recomienda (www.muniellos.es) muestran al excursionista las veleidades de este viejo monte de árboles centenarios. Aquí la soledad está asegurada, puesto que tan solo se permite la visita diaria de 20 personas. Mientras se patea la estrecha senda entre los laberintos del robledal, se descubren los rastros y huellas en el húmedo barro de los verdaderos dueños del lugar.Juan Carlos Muñoz (agefotostock)
Las broncas sierras calizas del parque natural de Grazalema acogen un bosque de pinsapos, joyas procedentes de la era terciaria que solo mantienen su verdor por estas tierras gaditanas y por las malagueñas de la sierra de las Nieves, además del Rif marroquí. Estos montes ostentan el mayor índice publiométrico de la Península y se encuentran agujereados por las numerosas lluvias que arrastran hasta aquí los vientos oceánicos. La erosión ha cincelado multitud de barrancos, simas y cuevas, depresiones y cañones, como el Bocaleones o la Garganta Verde.Daniel Vega (agefotostock)
La singularidad del bosque arcaico de Grazalema (www.cadizturismo.com/espacios-naturales), de copas oscuras y puntiagudas, hace de su protección una prioridad. Para recorrer sus sendas hay que solicitar un permiso especial, y aunque la lluvia arrecie, vale la pena pasear entre sus viejos troncos. Además del pinsapo (en la foto), con una superficie de más de 400 hectáreas, aparecen bosques mixtos de alcornocales y encinares mezclados con algarrobos, acebuches, madroños o lentiscos, y por encima de estos, los quejigales.Antonio López Román (agefotostock)
Interminables masas pinariegas arrullan la sierra de Cazorla. Más de 200.000 hectáreas de montes mediterráneos tapizados por un excepcional mosaico vegetal de pinos laricios y carrascos, encinas y alcornoques, olivos y acebuches.Aitormmfoto (getty)
El paisaje de Cazorla (en la foto, el pantano del Tranco) revienta de vida en cualquier época del año, y buena muestra son las más de 1.200 especies botánicas que cubren sus perfiles, alrededor del 30% de toda la flora censada en la Península. Sin embargo, la mayor riqueza de estas serranías (www.sierrasdecazorlaseguraylasvillas.es) es su fauna, representada por más de 180 especies. Los grandes ungulados, como la cabra montés, el ciervo, el muflón, el gamo y el jabalí, resultan familiares aquí, así como grandes rapaces como buitres negros y leonados; águilas reales, perdiceras y culebreras; alimoches, halcones y búhos reales.Aitormmfoto (getty)
La fraga del río Eume da forma al mayor y mejor conservado ejemplo gallego de bosque caducifolio. Fraga, que en estas tierras de poniente designa a los bosques autóctonos compuestos por robles (carballos y rebollos), abedules, avellanos, castaños, alisos, sauces y acebos. Extensas y preciadas frondas que hasta no hace demasiadas décadas componían la mayor parte del paisaje galaico.Luis Domingo (agefotostock)
El cañón fluvial que recorre el río Eume (en la foto) hasta darse de bruces con el mar serpentea por el apretado boscaje ribereño a lo largo de 17 kilómetros. Entre las apreturas herbáceas se alzan las ruinas del monasterio de San Juan de Caaveiro, construido en el siglo X. A pesar de lo remoto del enclave ha conocido durante muchos siglos apasionantes historias de abades, obispos y ermitaños, que eligieron este lugar como retiro para sus oraciones. Los valores ecológicos y faunísticos son muy notables; aquí encontramos jabalíes, corzos, tejones, gatos monteses, martas y nutrias.Marcos Veiga (agefotostock)
El Moncayo, cota más alta del Sistema Ibérico, cobija en su vertiente maña uno de los bosques más bellos del centro peninsular. Estos rodales de arboleda vieja son conocidos como Dehesa del Moncayo (en la foto) y en ellos se guarda un apretado hayedo salpicado de abedules y morrenas de piedra, que cubre las umbrías del Barranco de Castilla. Una zona de gran valor paisajístico, botánico y faunístico.Santiago F. Fuentes
Los bosquetes, que en los pies montunos se componen de encinas, carrascos y rebollos, se vuelven hayas y pinos silvestres al ganar altura, dejando solo pinos negros en la cima. Una de las mejores formas de recorrer este parque natural (en la foto) es seguir las sendas que parten desde el Centro de Interpretación, en el paraje de Agramonte, hacia el Santuario de la Virgen del Moncayo.pedro salaverría (getty)
javier belloso