Louro 2014, melodía de godello

Desde que en 2004 Rafael Palacios llegase a Galicia y decidiera emprender su peculiar aventura del vino en este territorio, han pasado muchas cosas. Ribeiro y sus cosecheiros demostraron la grandeza de lo pequeño, Rías Baixas conoció las penas de una comercialización cada vez más complicada, y Valdeorras dejó de ser una anécdota llamada Guitián.

Sus blancos de la singular godello están entre los mejores gracias, sobre todo, a una hábil compra de pequeñas parcelas de viñedos viejos, plantados en vaso, a buena altitud, sobre terrenos de origen granítico en bancales y laderas con ...

Desde que en 2004 Rafael Palacios llegase a Galicia y decidiera emprender su peculiar aventura del vino en este territorio, han pasado muchas cosas. Ribeiro y sus cosecheiros demostraron la grandeza de lo pequeño, Rías Baixas conoció las penas de una comercialización cada vez más complicada, y Valdeorras dejó de ser una anécdota llamada Guitián.

Sus blancos de la singular godello están entre los mejores gracias, sobre todo, a una hábil compra de pequeñas parcelas de viñedos viejos, plantados en vaso, a buena altitud, sobre terrenos de origen granítico en bancales y laderas con distintas orientaciones. Se trata de que suelo, variedad y clima se conjuren para ofrecer la partitura de una melodía que Rafael Palacios sabe interpretar magistralmente. No caben improvisaciones: selección de parcelas, fermentación en fudres de roble francés y crianza de cuatro meses con sus lías finas.

Así, Louro es una lección vitivinícola, una muestra de la capacidad de la godello para transustanciarse en un blanco de fresco afrutado, con líneas aromáticas de sutil complejidad a flor silvestre, hierba de monte y ecos especiados de madera y humo. En boca conjuga la ligereza y brillantez del paso con la concentración, el tacto cremoso y el refinado posgusto.