El timo que nunca muere en Shanghái

Amistosos jóvenes que invitan a experimentar la ceremonia del té o a cantar en un karaoke son el cebo para incautos turistas que sufrirán un buen sobresalto

Turistas en la Calle Nanjing Este, en Shanghái.z. aldama

El escenario es casi siempre el mismo: los aledaños de la Plaza del Pueblo y la calle Nanjing Este, en Shanghái, capital económica de China. Lo mismo sucede con el cebo, que no ha variado con los años: jóvenes chinos que, con amabilidad sospechosa, se ofrecen a mostrar algún aspecto de la milenaria cultura china. Y los que muerden el anzuelo son también siempre los mismos: turistas confiados y con un exceso de buena fe. Es el timo de la ceremonia del té, que a lo largo del tiempo ha ido añadiendo diferentes variantes para no morir....

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El escenario es casi siempre el mismo: los aledaños de la Plaza del Pueblo y la calle Nanjing Este, en Shanghái, capital económica de China. Lo mismo sucede con el cebo, que no ha variado con los años: jóvenes chinos que, con amabilidad sospechosa, se ofrecen a mostrar algún aspecto de la milenaria cultura china. Y los que muerden el anzuelo son también siempre los mismos: turistas confiados y con un exceso de buena fe. Es el timo de la ceremonia del té, que a lo largo del tiempo ha ido añadiendo diferentes variantes para no morir. Da igual lo bien documentado que esté el viajero con guías y páginas web de viajes, porque continúa funcionando. De hecho, un par de casos recientes han vuelto a saltar a la prensa local, y hace unas semanas mi amigo Iván Marcos, curiosamente un experimentado viajero, me reconoció que él mismo había caído en la trampa hace algún tiempo. Afortunadamente, consiguió salir casi indemne, pero no es así en la mayoría de casos.

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El truco es muy sencillo. Después de haber identificado a su presa, generalmente un turista despistado y con tiempo de sobra en el centro de Shanghái, una pareja de jóvenes se le acerca con cualquier excusa: van a ayudarle a encontrar el lugar que busca, son estudiantes que quieren practicar su inglés, están preparando una encuesta sobre turismo, y, si conocen la nacionalidad de la víctima, incluso tienen un amigo en Barcelona, Madrid o Matalascabras. Cuando se han ganado la confianza del viajero, sueltan la carga de profundidad: “¿Conoce la ceremonia del té? Es muy típica de China y tendría que verla”. A la noche ganan fuerza las variantes “¿Quiere venir a cantar en un karaoke para ver cómo es el ocio de los jóvenes de China?”“¿Quiere darse un masaje?”.

En cualquiera de los casos, la pareja conoce el lugar ideal para experimentar esa indispensable faceta de la cultura china y, casualidad, están dispuestos a acompañar al turista hasta el local, que, convenientemente, no queda lejos. El establecimiento tendrá un aspecto anodino, quizá incluso destartalado, algo que resta desconfianza a quien lo visita. Pero un elemento común a todas las variantes del timo es que el servicio comienza sin que el turista haya podido ver la carta o haya negociado el precio. Y ahí está la clave. Porque es después de que ha bebido tres tés servidos por una bella joven embutida en el tradicional qipao rojo cuando llega la bofetada: resulta que se trata de un té de la variedad pu’er, muy cotizado, y la factura asciende a varios miles de yuanes. O sea, cientos de euros.

Una turista occidental en Shanghái (China).corbis

Final infeliz

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En el caso del karaoke, un timo que también se ha extendido a países como Tailandia, Indonesia, o Filipinas, sucede lo mismo con las bebidas. Incluso las que no son alcohólicas se pagan a precio de whisky de 30 años. Y la variante del masaje, que se ceba sobre todo en hombres solos, termina incluyendo un final feliz, independientemente de que el cliente no lo haya requerido. Y se va a cobrar caro, incluso aunque lo rechace, porque otra de las características comunes del timo es que la factura llega acompañada de un par de matones con muchas horas en el gimnasio, la cabeza rapada y cadenas de oro al cuello. Serán quienes cierren el paso y escolten al turista hasta el cajero más cercano en caso de que no lleve suficiente efectivo en la cartera. Resistirse puede resultar peligroso, porque en ocasiones de las palabras se ha pasado a los hechos. A estas alturas, los jóvenes amistosos de la calle ya se han esfumado o participan activamente asegurando que sienten el malentendido y que el problema está en que “Shanghái es muy caro”.

En estos casos, cuando ya es evidente que se ha metido la pata hasta el muslo, lo más importante es evaluar correctamente la situación. Generalmente, en el timo de la ceremonia del té suele ser más fácil escapar, o, por lo menos, negociar un precio más razonable. En karaokes y salones de masaje, sin embargo, resulta más complicado porque suelen estar más escondidos. Así que es más recomendable pagar en cuanto haya una amenaza física. Eso sí, cuando se se haya recobrado la libertad conviene acudir a la comisaría más cercana, poner una denuncia y tratar de convencer a los agentes para que acompañen a la víctima hasta el lugar en el que se ha cometido la tropelía. No siempre funciona porque hay policías corruptos que se llevan su mordida, pero en muchos casos es posible recuperar parte del dinero.

Moraleja: lo más importante es tener en mente que los chinos son de por sí vergonzosos y/o ariscos. Aunque vaya en contra de las reglas ideales del viajero, cualquier acercamiento no solicitado y excesivamente amable ha de ser interpretado como una amenaza inminente.

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