Bravas y trufa negra

A finales de 2006, Francesc Gimeno inauguraba este local de tapas en el barrio de Sant Antoni. Desde entonces, la casa no ha dejado de evolucionar, hasta consolidar el perfil de un cálido bistró en versión catalana. Veladores de mármol, espejos, lamparitas art déco y una barra repleta de detalles prestan ambiente a un comedor muy acogedor. Lugar ideal para la cocina de Gimeno, confortable, contemporánea, informal, de rigurosa temporada y de raíces catalanas. Los asiduos que acuden al Bohemic no perdonan sus patatas bravas, excepcionales, fritas en aceite limpio, que se cubren de un alioli suav...

A finales de 2006, Francesc Gimeno inauguraba este local de tapas en el barrio de Sant Antoni. Desde entonces, la casa no ha dejado de evolucionar, hasta consolidar el perfil de un cálido bistró en versión catalana. Veladores de mármol, espejos, lamparitas art déco y una barra repleta de detalles prestan ambiente a un comedor muy acogedor. Lugar ideal para la cocina de Gimeno, confortable, contemporánea, informal, de rigurosa temporada y de raíces catalanas. Los asiduos que acuden al Bohemic no perdonan sus patatas bravas, excepcionales, fritas en aceite limpio, que se cubren de un alioli suave y se rocían de una salsa densa de pimentón excitante. Aperitivo insoslayable que se sirve a título de cortesía, y al que sigue un correcto taco de foie-gras a la plancha presentado sobre un lecho de trinxat de la Cerdaña.

Para comer, nada de carta. Tan solo tres menús de 36, 42 y 48 euros, que el patrón varía con frecuencia. Ahora, en plena temporada, Gimeno saca partido a los aromas de la trufa negra. Es delicioso el timbal de guisantes de Llavaneres con tocino ibérico sobre el que se rallan lascas de trufa; no desmerece el falso risotto de pasta con abundante trufa, y dan la talla las almejas de Carril con mollejas de ternera, un mar y montaña acertado. Fantástica la lengua estofada, carne a la que le sobran las gambas que coronan el plato, y algo insustancial el tartar de vaca.