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La esperanza del circo

La Escuela de Acróbatas de Shenyang quiere evolucionar y ser algo más que una salida para la infancia más desfavorecida de China. Así es un día en el centro de entrenamiento

Las primeras horas del día se dedican a un entrenamiento gimnástico lleno de volteretas en la Escuela de Acróbatas de Shenyang, una de las mejores de China. Sus alumnos aquí reciben educación reglada y aprenden un oficio con más de 3.000 años de historia.
Wang Junlin posa con la sombrilla tradicional china con la que hace todo tipo de malabares. “Digamos que no era muy buena estudiante”, reconoce esta adolescente de 15 años con una sonrisa avergonzada. “Mis padres estaban preocupados por mi futuro y pensaron en enviarme a alguna escuela de educación profesional. Pero mi familia no pasa por una situación económica muy boyante y una vecina les comentó que el circo podía ser una buena alternativa”.
Zhang Yonghe posa haciendo un alarde de fuerza y equilibrio. Desde hace unos años la matrícula es gratuita porque lo que pagaban los padres por ella ni siquiera cubría el salario de los profesores y, sin embargo, suponía un lastre para las familias con pocos recursos.
Los alumnos parecen de goma, pero doblarse de esta forma es uno de los ejercicios más cansados. Wang Xiao, subdirectora de la Escuela, explica que los niños que llegan a ella a partir de los seis años cumplen con la enseñanza obligatoria, reciben una nutrición adecuada —tres comidas diarias con lácteos, verdura, cereales, carne, pescado y fruta—, y, si son buenos acróbatas y desean dedicarse a ello, tendrán el futuro asegurado.
Sun Qiyue entrena con el monociclo en el escenario de la Escuela. "Algunos estábamos atraídos por la danza o por la gimnasia. Pero aquí nos hemos convertido en una familia y hemos aprendido a disfrutar de la profesión, incluso de los aspectos más dolorosos", dice esta adolescente que, a sus 14 años, se ha convertido ya en una de las estrellas del centro educativo.
Una niña pone en marcha el cronómetro para que su compañera sepa cuánto tiempo tiene que mantenerse doblada de esa forma. Los entrenamientos son extenuantes. Y peligrosos. Los niños más pequeños se contorsionan hasta poner en entredicho los límites del cuerpo humano. Lo que más trabajan es la flexibilidad, porque es lo que se pierde con mayor facilidad.
El ejercicio de los platos es, dicen los estudiantes, uno de los más difíciles. Para los alumnos adolescentes, el problema de esta formación es que les deja pocas opciones. Van a clase, pero reciben menos horas lectivas que el resto de alumnos de su edad y no tendrán acceso a la universidad porque se gradúan con el diploma más bajo.
La fuerza de las piernas y su flexibilidad se ponen a prueba en este número en el que una niña es sujetada de esta forma. "Aquí el entrenamiento es muy duro y enseñamos una disciplina que templa la rebeldía propia de la adolescencia, pero también inculcamos compañerismo", sonríe la profesora Wang Yin.
Los profesores preparan a los niños más pequeños para un espectáculo. "Nosotros fuimos una de las primeras troupes del país —fue fundada en 1951—, y ninguna otra ha tenido más éxito: hemos actuado en más de 70 países y 500 ciudades, y tenemos más de 40 premios internacionales, incluido el primero que se concedió a un grupo chino", cuenta orgulloso el director de la Escuela, An Ning.
Ensayo de una obra circense para niños, una de las principales fuentes de ingresos de la Escuela. SLa institución cada vez ve más difícil mantenerse a flote, y la razón hay que buscarla en el gran desarrollo que China ha protagonizado desde que se abrió al mundo, en la década de 1980. “Las familias cada vez viven mejor y tienen más medios. Ese bienestar también se ha traducido en un aumento de las expectativas que tienen los jóvenes, que desean ir a la universidad para desarrollar una carrera profesional”, explica el director.
Otra escena durante el ensayo de una de las funciones para niños. Según estadísticas de 2010, el último año del que hay cifras, en China existen unos 120 grupos profesionales como el de Shenyang, que emplean a más de 12.000 acróbatas y dan trabajo de forma indirecta a unas 100.000 personas. De los negocios privados no hay datos. Todos están sufriendo por la pandemia del coronavirus, que ha supuesto la cancelación de los espectáculos.