Columna

Gobernar una democracia supranacional

Tras las elecciones, se abrirá un periodo de negociación entre los Estados para pactar la renovación de la presidencia de todas las instituciones europeas

Imagen del peno de la Eurocámara en Estrasburgo. PATRICK SEEGER (EFE)

La Unión Europea es una democracia supranacional con un complejo sistema institucional de —gobierno multinivel— encargado de tomar decisiones. Este proyecto político de alta sofisticación técnica no resulta fácil de explicar, ni de comprender. De hecho, los ciudadanos encuentran dificultades para saber con precisión quién es el responsable último de cada una de las iniciativas que se adoptan en Europa. La composición de las distintas instituciones son también una incógnita para la mayoría, lo mismo que las funciones que tienen atribuidas. Más aún, pocos ciudadanos están en disposición de valor...

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La Unión Europea es una democracia supranacional con un complejo sistema institucional de —gobierno multinivel— encargado de tomar decisiones. Este proyecto político de alta sofisticación técnica no resulta fácil de explicar, ni de comprender. De hecho, los ciudadanos encuentran dificultades para saber con precisión quién es el responsable último de cada una de las iniciativas que se adoptan en Europa. La composición de las distintas instituciones son también una incógnita para la mayoría, lo mismo que las funciones que tienen atribuidas. Más aún, pocos ciudadanos están en disposición de valorar el verdadero alcance de su voto en el entramado de poder europeo.

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En este contexto, el 26 de mayo, los nacionales de los Estados miembros residentes en España hemos sido convocados para elegir 54 de los 751 diputados que componen el Parlamento. Una institución encargada de aprobar, junto al Consejo, normas jurídicamente vinculantes y el presupuesto de la Unión, además de asumir el control político del gobierno europeo. El nuevo Parlamento, conviene insistir en ello, puede ser un actor particularmente relevante en el mandato 2019-24. De hecho, solo un éxito contundente de quienes discuten la utilidad de la Unión —impulsando soluciones de repliegue nacional incompatibles con un mundo interdependiente— podría anular la voluntad del Parlamento de impulsar la defensa y promoción de los valores democráticos, los principios fundacionales y los objetivos de la integración europea, como detalla su Resolución de 13 de febrero de 2019.

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Con todo, los ciudadanos no sólo decidirán en estas elecciones la composición del Parlamento, sino también, aunque de manera indirecta, la persona a la que se le encargará dirigir el Gobierno de la Unión. El Spitzenkandidat que el Consejo Europeo propondrá al Parlamento para presidir la Comisión —siguiendo un experimento político ensayado con éxito en 2014— deberá pertenecer al grupo que haya ganado las elecciones, pero tendrá también que contar con una mayoría que le garantice su nombramiento en un Parlamento más polarizado ideológicamente. En estas condiciones ¿podrá concurrir en la misma persona ambas circunstancias? ¿qué impacto tendrá sobre el propio sistema de elección y el resultado final que no sea así?

Además, tras las elecciones al Parlamento se abrirá un periodo de negociación entre los Estados conducente a pactar la renovación de la presidencia de todas las instituciones europeas, incluida la figura del Alto Representante para la Política Exterior y de Seguridad.

Los Estados recurrirán a múltiples criterios: equilibrios geográficos, de género o de pertenencia a familias políticas para seleccionar a las personas que las vayan a presidir. Todas deberían representar un liderazgo firme y visibilizar un compromiso indiscutible con los fundamentos de un proyecto ahora amenazado. Aunque los ciudadanos no participemos en tales negociaciones, las cartas que los Estados vayan a manejar se reparten el día 26 de mayo. Ese día sí decidimos nosotros. No dejemos pasar la oportunidad.

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