Cartas al director

No somos tan diferentes

Decía el sabio que el odio es como beberte un veneno y esperar que muera el otro. He podido comprobar otro efecto colateral de esta emoción: acabar con la identidad de la mayoría de los catalanes. Una sola discrepancia —ser o no independentista— neutraliza todas las demás coincidencias entre dos personas. Da igual que ambas estén en contra del racismo, de la homofobia o de la explotación infantil; en cuanto el tema catalán salga a debate, aquel ser humano, con todas sus cualidades, quedará reducido a “amigo o enemigo”. En realidad, la verdadera distinción nunca fue la de independentista o unio...

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Decía el sabio que el odio es como beberte un veneno y esperar que muera el otro. He podido comprobar otro efecto colateral de esta emoción: acabar con la identidad de la mayoría de los catalanes. Una sola discrepancia —ser o no independentista— neutraliza todas las demás coincidencias entre dos personas. Da igual que ambas estén en contra del racismo, de la homofobia o de la explotación infantil; en cuanto el tema catalán salga a debate, aquel ser humano, con todas sus cualidades, quedará reducido a “amigo o enemigo”. En realidad, la verdadera distinción nunca fue la de independentista o unionista, sino la de quienes sienten odio y quienes no. Y de esas hay en ambos lados. Es mil veces más fructífera una conversación entre dos personas serenas, que cien asambleas, partidos, etcétera, dirigidos por agitadores. La verdadera lista transversal no es la que aglutine a políticos de diferentes ideologías, sino la que reúna a los que no sienten odio.

Álvaro Campo Sampayo. Barcelona

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