para Deutsche Bank

Por qué todo en la vida debería tener un tercer tiempo

El jugador de rugby César Sempere asegura que lo más importante del deporte sucede después del final del partido

El tercer tiempo es uno de los rasgos que hacen del rugby un deporte único: comienza al finalizar un partido, cuando los jugadores de ambos equipos confraternizan y charlan. El objetivo es limar asperezas y suavizar tensiones que hayan podido surgir durante el encuentro, pero su trasfondo es mucho más profundo: en cierto sentido, el tercer tiempo es la síntesis del espíritu deportivo.

Así lo asegura el alicantino César Sempere (Villajoyosa, 1984), considerado por muchos como el niño prodigio del rugby español, y que acumula a sus espaldas (nunca mejor dicho) una trayectoria en clubes de...

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El tercer tiempo es uno de los rasgos que hacen del rugby un deporte único: comienza al finalizar un partido, cuando los jugadores de ambos equipos confraternizan y charlan. El objetivo es limar asperezas y suavizar tensiones que hayan podido surgir durante el encuentro, pero su trasfondo es mucho más profundo: en cierto sentido, el tercer tiempo es la síntesis del espíritu deportivo.

Así lo asegura el alicantino César Sempere (Villajoyosa, 1984), considerado por muchos como el niño prodigio del rugby español, y que acumula a sus espaldas (nunca mejor dicho) una trayectoria en clubes de primera categoría. Sempere comenzó jugando en el CR La Vila, en su localidad natal, y de ahí pasó a El Salvador (Valladolid) en 2004. Desde 2006 empezó su periplo por diversos clubes de España, Francia y Reino Unido, antes de regresar a El Salvador en 2012 y al Tatami Rugby Club de Valencia, su actual equipo.

La suya, sin discusión, es una trayectoria estelar. Sempere afirma que, a lo largo de su recorrido, la experiencia más valiosa que ha atesorado es la del valor de ese tercer tiempo. "El tercer tiempo tiene más que ver con la vida que con el deporte, y quizás por eso es tan importante en este juego”, explica el deportista, que tardó en darse cuenta de que los partidos, los triunfos y los trofeos son importantes, pero no tanto como las amistades y las relaciones humanas que se establecen en ese ambiente de concordia.

Al fin y al cabo, el rugby, para el no iniciado, puede llegar a parecer un deporte brusco y agresivo, basado en la fuerza física y en la competitividad extrema. Y, en efecto, los golpes, los placajes, las rodillas embarradas y las piernas llenas de moratones inducen a error. Sobre todo porque, como recuerda César, en el rugby hay sitio para todo tipo de hombres. Corpulentos y delgados. Fuertes y hábiles. Y la humildad y la cercanía son más importantes que la fortaleza o la solidez a prueba de bombas.

Por eso, el tercer tiempo exige guardar las diferencias en la taquilla junto con la equipación. Sin uniformes ni insignias, lo que hay es un grupo de personas unidas por una misma pasión –el deporte–, capaces de dialogar, bromear y debatir sin máscaras ni reparos. De ahí que esta historia y estos valores estén en sintonía con los de Deutsche Bank, un banco que desde hace años reivindica la importancia del tiempo, lo más valioso que tenemos.

La entidad ha puesto en práctica ese tercer tiempo del rugby, adaptándolo a cada uno de sus clientes, para invertirlo en entenderles, asesorarles y acompañarles. Un tiempo de dedicación y compromiso para regalar a las personas que han decidido confiar en ellos. Este ha sido el punto de partida de El valor del tiempo, una serie inspiradoras historias, como la de Sempere, sobre todo aquello que los segundos, minutos o horas pueden hacernos llegar vivir.

También son esos valores son los que invitan al jugador a interrogarse acerca de la necesidad de extender este patrimonio inmaterial –el tercer tiempo del rugby– al resto de nuestra vida diaria. Puede parecer extravagante, pero en realidad es algo bastante natural. Al fin y al cabo, recuerda el deportista, lo importante es ser capaz de ver más allá de las diferencias. Él mismo lo expresa de un modo rotundo: “En el tercer tiempo siempre se gana”.

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