Diálogo ¿me escucha?

No sé si será un defecto de la hegemonía de la audición, pero cada vez más, las personas tienden a oír sin escuchar

Sesión de Control en el Congreso de los Diputados.Jaime Villanueva (EL PAÍS)

Como persona sorda me llama la atención el escaso valor que se le da hoy a un diálogo asertivo. En nuestra diversidad funcional nos comunicamos de forma extremadamente directa y en contacto visual con la otra persona para hacer de la comunicación, nuestra barrera, algo efectivo. A muchas personas oyentes, este modo de dialogar para llegar a algo les parece desagradable, acostumbrados a sutilezas acústicas disuasorias o a enfocar el diálogo como un montón de monólogos. No sé si será un defecto de la hegemonía de la audición, pero cada vez más, las personas tienden a oír sin escuchar.

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Como persona sorda me llama la atención el escaso valor que se le da hoy a un diálogo asertivo. En nuestra diversidad funcional nos comunicamos de forma extremadamente directa y en contacto visual con la otra persona para hacer de la comunicación, nuestra barrera, algo efectivo. A muchas personas oyentes, este modo de dialogar para llegar a algo les parece desagradable, acostumbrados a sutilezas acústicas disuasorias o a enfocar el diálogo como un montón de monólogos. No sé si será un defecto de la hegemonía de la audición, pero cada vez más, las personas tienden a oír sin escuchar.

El asunto es grave porque el diálogo es la pieza clave de los grandes políticos. El diálogo al que sigue un acuerdo, se entiende. Hoy día todo político que se precie lo cita como algo fundamental a modo de mantra. Y no solo en posiciones ideológicas que compiten por el poder hay un problema de diálogo, sino dentro de una misma ideología. Miles de palabras pronunciadas en cientos de reuniones que se utilizan como maniobra de distracción. Mientras, el diálogo va quedando como aquella cosa que en una foto luce estupenda para vender la moto.

El objetivo del diálogo, y más en estos tiempos de postureo feroz agravado por la irrealidad de las redes sociales y la memez colectiva que ocasionan, debería ser encontrar la solución a un problema. Quedar para decirte lo mío y tú a mí lo tuyo e irnos con los mismos problemas sin intención de resolverlos es una pérdida de tiempo y energía poco sostenible para el planeta, que bastante fastidiado está. El diálogo entendido como negociación implica acuerdos y cesiones de ambas partes, y colaboración una vez establecidos los límites. Los límites en la escena política deben tener su justificación porque no se trabaja para uno, sino para la ciudadanía, cosa susceptible de olvidar.

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Cuando una persona no oye, cuando su barrera es la comunicación, toma muy en serio dialogar con otra porque cada palabra o signo es un obstáculo a superar. Y siempre la superación personal o la resolución de un problema colectivo se hace desde la escucha y el compromiso.

Esta tribuna es una colaboración de un lector en el marco de la campaña ¿Y tú qué piensas?. EL PAÍS anima a sus lectores a participar en el debate. Algunas tribunas serán seleccionadas por el Defensor del Lector para su publicación.

Los textos no deben tener más de 380 palabras (2.000 caracteres sin espacios). Deben constar nombre y apellidos, ciudad, teléfono y DNI o pasaporte de sus autores. EL PAÍS se reserva el derecho de publicarlos y editarlos. ytuquepiensas@elpais.es

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