Columna

Podemos deprime a la izquierda

Tal vez de su fracaso surgirá otra cosa, o tal vez el PSOE reocupe ese espacio a contracorriente

La portavoz parlamentaria de Unidos Podemos, Irene Montero, durante la penúltima sesión de control de la legislatura en el Congreso.Chema Moya (EFE)

Hay una asimetría amenazante para la izquierda en la dinámica de bloques. Y en definitiva ese es el campo de batalla en el que se va a dirimir la campaña del 28-A tras el veto de Ciudadanos a los socialistas: izquierda vs derecha. El hundimiento de Podemos va a pasar una factura alta, mientras el fenómeno emergente de Vox ensancha el voto por el extremo efervescente de la derecha y Ciudadanos crece tanteando un Efecto Arrimadas —hoy comparte escenario con Rivera en Madrid— para busca...

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Hay una asimetría amenazante para la izquierda en la dinámica de bloques. Y en definitiva ese es el campo de batalla en el que se va a dirimir la campaña del 28-A tras el veto de Ciudadanos a los socialistas: izquierda vs derecha. El hundimiento de Podemos va a pasar una factura alta, mientras el fenómeno emergente de Vox ensancha el voto por el extremo efervescente de la derecha y Ciudadanos crece tanteando un Efecto Arrimadas —hoy comparte escenario con Rivera en Madrid— para buscar el sorpassoperdido por la moción. Un triunfo del PSOE puede ser una pasión inútil, como ya sucedió en Andalucía, a no ser que la aritmética neutralice la vetocracia y deshaga esa lógica de bloques. Es difícil. Por la izquierda vienen curvas.

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De las confluencias a las difluencias… Compromís y En Marea se desmarcan. El errejonismo marca territorio. Los frentes de crisis se le multiplican a Podemos a nueve semanas de ir a las urnas. Y más allá del impacto en los resultados, que ahora no pueden pintar peor, la imagen de que los aliados abandonan el barco antes de que se consume el naufragio es siempre catastrófica. IU convocará un referéndum para que la militancia decida sobre la coalición, ya desactivada en Navarra, Murcia y Asturias, y tal vez en Castilla y León, Aragón y además Madrid. Sin alianzas ni confluencias, el impacto demoscópico va a situar a Podemos no ya lejos de Ciudadanos sino peleando por no ser quinta fuerza. Si finalmente Vox les supera, eso tendrá un impacto moral devastador. Quienes ocuparon el centro del escenario hace cinco años proclamándose los representantes de “la gente”, cada vez representan a menos gente.

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De aplicar a Podemos la teoría de la relación sentimental, se podría adivinar la llamada crisis del quinto año. Es lo que sucede en la cuarta de las seis etapas del proceso, tras la fascinación inicial (europeas de 2014), el proceso de vinculación del segundo año (los cinco millones de 2015) y la convivencia, que conduce al momento delicado de la autoafirmación. Ahí se les rompió, como cantaba Rocío Jurado. Y Podemos ya deprime a la izquierda. De momento esa depresión es muy física en los gráficos de los sondeos (aferrarse a la conspiración de las encuestas ya no funciona tras lo sucedido en Andalucía); y seguramente también tendrá una depresión anímica con la sensación de oportunidad perdida mientras sube el populismo pero por el extremo de la derecha.

Aún impresiona —incluso considerando los errores, desde las purgas al casoplón— el pinchazo de la burbuja de Podemos. Los socialistas parecían resignados a que sus hijos encontrasen más estimulante esa épica que la racionalidad de la vieja socialdemocracia. ¿Cómo es posible que esto suceda mientras The Economist lleva a portada “el auge del socialismo millennial”? Tal vez del fracaso de Podemos surgirá otra cosa, o tal vez el PSOE reocupe ese espacio a contracorriente. Pero las perspectivas para la izquierda son ahora oscuras, con Podemos frenado contra viento y En Marea.

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