Papel cuché
Guardados en el altillo del armario tengo dos títulos oficiales entre los que dista algo más de un lustro. Uno, de bachillerato, cubierto por una capa de polvo ya añeja; otro, universitario, con apenas unos días de vida. Llama la atención que el segundo, en vez de estar impreso en esa cartulina que, tradicionalmente, servía de soporte a este tipo de certificados, no sea ahora más que una hoja de papel cuché de formato DIN A3 que cuesta reconocer como la plasmación documental de una carrera.
Desconozco las razones institucionales que han motivado este cambio de material, pero, en una épo...
Guardados en el altillo del armario tengo dos títulos oficiales entre los que dista algo más de un lustro. Uno, de bachillerato, cubierto por una capa de polvo ya añeja; otro, universitario, con apenas unos días de vida. Llama la atención que el segundo, en vez de estar impreso en esa cartulina que, tradicionalmente, servía de soporte a este tipo de certificados, no sea ahora más que una hoja de papel cuché de formato DIN A3 que cuesta reconocer como la plasmación documental de una carrera.
Desconozco las razones institucionales que han motivado este cambio de material, pero, en una época en la que tener estudios superiores ya no garantiza un futuro alejado de la precariedad, que el reconocimiento físico del Estado a cuatro años de formación ni siquiera tenga consistencia me parece ilustrativo de los tiempos que vivimos.
Aitor Ferrero López
Valladolid