Columna

Riesgos de revisitar a Rodrik

La agenda política de los partidos populistas dan testimonio de las consecuencias que tiene revisitar la tesis del economista desde la voluntad de sublimar la nostalgia de la soberanía nacional

Marine le Pen y Geert Wilders, flanqueados por Matteo Salvini y Frauke Petry, en Coblenza, (Alemania), el pasado enero. WOLFGANG RATTAY (REUTERS)

El libro de Dani Rodrik sobre La paradoja de la globalización (2011) permitió divulgar con éxito la reflexión que encierra el trilema en virtud del cual la coexistente de la globalización económica, una concepción clásica de la soberanía del Estado y la idea de democracia no resulta posible. Tal circunstancia solo puede resolverse, a juicio del economista, eligiendo dos de los tres elementos. No es el momento de detenerse a explicar los argumentos que permiten sostener la validez del trilema de Rodrik. Tómen...

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El libro de Dani Rodrik sobre La paradoja de la globalización (2011) permitió divulgar con éxito la reflexión que encierra el trilema en virtud del cual la coexistente de la globalización económica, una concepción clásica de la soberanía del Estado y la idea de democracia no resulta posible. Tal circunstancia solo puede resolverse, a juicio del economista, eligiendo dos de los tres elementos. No es el momento de detenerse a explicar los argumentos que permiten sostener la validez del trilema de Rodrik. Tómenlo como una invitación a consultar la obra. Basta ahora con recordar simplemente cómo los Estados han resuelto hasta la fecha la pretendida incompatibilidad: aceptando la globalización económica como una realidad difícil de ignorar y, de los elementos restantes, eligiendo claramente salvaguardar el modelo de democracia. Los Estados renunciaban así al viejo concepto de soberanía por entender que ya no era útil en un mundo interdependiente.

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Como paradigma de todo lo expuesto se cita a la Unión Europea. Efectivamente, se trata de un mecanismo de integración por el que los Estados ceden voluntariamente el ejercicio de parte de sus competencias soberanas a una instancia supranacional, a cambio de integrarse en su estructura de toma de decisiones. Los Estados recuperan de esta manera la influencia que cada uno de ellos individualmente había perdido. La creación de este nuevo marco jurídico y político no ha estado exenta de dificultades y, por supuesto, acumula deficiencias significativas. De ahí que resulte siempre interesante cualquier esfuerzo encaminado a mejorar su funcionamiento y facilitar su comprensión, si queremos que sea aceptado por los ciudadanos.

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La realidad política conecta con esta idea y añade alguna preocupación que convendría no ignorar. Basta observar los términos de algunos debates en Europa para apreciar una tendencia a reconsiderar la posible combinación de los elementos del citado trilema. De hecho, son demasiadas las iniciativas encaminadas a hacernos creer que la vida de las personas mejoraría si devolvemos el poder de decisión a los Estados nación. El Brexit es un buen ejemplo de esta lógica argumental.

Una nueva combinación de los tres factores a los que apeló Rodrik podría conllevar, incluso, una potencial renunciar a los fundamentos básicos del sistema democrático. La agenda política de algunos partidos populistas que ganan representatividad en países como Francia, Alemania, Suecia, Italia, Polonia, Hungría y tantos otros, dan testimonio de este posicionamiento y de las consecuencias que tiene revisitar la tesis del economista desde la voluntad de sublimar la nostalgia de la soberanía nacional. No deja de sorprender cómo ciudadanos de una ilustrada Europa pueden dejarse arrastrar por una propuesta tan engañosa. Al menos en lo que tiene que ver con la Unión Europea, los españoles no parecen dispuestos, todavía, a dejarse deslumbrar por falsos espejismos. No es una cosa menor a la vista del calendario electoral que presenta 2019.

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