Ceguera

La deriva de la izquierda hacia posiciones cada vez más reaccionarias (o populistas, es lo mismo) es un fenómeno insólito

Pablo Iglesias a su llegada a la cárcel de Lledoners para entrevistarse con Oriol Junqueras.LLUIS GENE (AFP)

Todos vimos la pasada semana la insólita visita de Iglesias a Junqueras en la cárcel residencial donde recibe a sus súbditos. Quienes tenemos memoria de la izquierda europea nos preguntamos qué hacía un supuesto defensor de las clases desposeídas negociando con la cabeza visible de la burguesía separatista catalana, una de las fuerzas más reaccionarias del continente. ¿Justamente el fustigador de las castas? ¿Puede ser de izquierdas alguien que da mayor importancia a las identidades simbólicas que a los ciudadanos?

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Todos vimos la pasada semana la insólita visita de Iglesias a Junqueras en la cárcel residencial donde recibe a sus súbditos. Quienes tenemos memoria de la izquierda europea nos preguntamos qué hacía un supuesto defensor de las clases desposeídas negociando con la cabeza visible de la burguesía separatista catalana, una de las fuerzas más reaccionarias del continente. ¿Justamente el fustigador de las castas? ¿Puede ser de izquierdas alguien que da mayor importancia a las identidades simbólicas que a los ciudadanos?

La deriva de la izquierda hacia posiciones cada vez más reaccionarias (o populistas, es lo mismo) nos afronta con uno de los fenómenos más insólitos en países como Grecia, Italia y España. En cualquier momento podemos despertar en el tercermundismo bolivariano o el fascismo peronista. ¿Cómo ha sido posible semejante decadencia de la izquierda? El asunto es denso, pero por fortuna uno de nuestros mejores ensayistas políticos, Félix Ovejero, acaba de publicar un trabajo que aclara las ideas a quienes sufran mayor confusión. Un título justo, La deriva reaccionaria de la izquierda (Página Indómita), con la ventaja de estar escrito desde la izquierda real, no desde una izquierda virtual y oportunista tipo Iceta. La izquierda de Ovejero no ayuda a ganar dinero, sino a perderlo. Así que el libro puede ser muy útil también para aquellos lectores sensatos que hacen esfuerzos democráticos por entender al adversario. Porque si no se produce tal esfuerzo, como suele suceder en la política española dominada por vociferantes tertulianos, solo queda la befa, el insulto, la agresión amarilla y, finalmente, nuestra más valorada contribución a la historia de la infamia, la Guerra Civil.

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