La delgada línea roja

Para ir al aeropuerto conecto mi smartphone. Un menú me pide que confirme mi localización y destino. La aplicación informa de que el vehículo llegará en 10 minutos y que el coste será de tantos euros. Acepto y espero a que la aplicación me informe de que el vehículo ha llegado. Mientras, voy recibiendo información actualizada sobre la localización del vehículo que viene a recogerme. Llega el vehículo, me subo, un/a profesional me ayuda con la maleta y me conduce al aeropuerto. Al llegar me ayuda de nuevo con el equipaje y abono el traslado con un click en mi aplicación. ¿He v...

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Para ir al aeropuerto conecto mi smartphone. Un menú me pide que confirme mi localización y destino. La aplicación informa de que el vehículo llegará en 10 minutos y que el coste será de tantos euros. Acepto y espero a que la aplicación me informe de que el vehículo ha llegado. Mientras, voy recibiendo información actualizada sobre la localización del vehículo que viene a recogerme. Llega el vehículo, me subo, un/a profesional me ayuda con la maleta y me conduce al aeropuerto. Al llegar me ayuda de nuevo con el equipaje y abono el traslado con un click en mi aplicación. ¿He viajado en taxi o en VTC?, ¿dónde está la diferencia para mí?, ¿qué delgada línea roja los separa para el usuario?, ¿se trata de defender los intereses de un gremio o de otro?, ¿de libre competencia o de puestos de trabajo?, ¿de brindar un servicio público de calidad y resolver una demanda de movilidad? Hay que poner sobre la mesa las alternativas a la luz de los cambios que ya se están produciendo en la movilidad urbana, llamar a la cordura y acabar con el chantaje de algunos colectivos.— Jorge Castanyer Vila. Madrid.

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