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“En una ‘rave’ se puede aprender mucho del comportamiento humano”

Gisèle Vienne presenta en Madrid, dentro de Veranos de la Villa, 'Crowd', que cuenta la montaña rusa emocional que vivió en las fiestas berlinesas

Gisele Vienne en Matadero Madrid, donde se representa su obra 'Crowd'.Noemí del Val

Cuando Gisèle Vienne, después de licenciarse en Filosofía y Dirección Artística, se mudó de la apacible Grenoble a Berlín, en los años noventa, se dio de bruces con la vorágine del techno, y se dejó arrastrar por aquellos sonidos inéditos e impactantes que venían de Detroit. A sus 42 años, la dramaturga y marionetista francesa —cuyas obras, que mezclan teatro experimental y danza contemporánea, impactan al mismo tiempo en nuestro esternón y nuestro sistema límbico— refleja en su última creación, Crowd, la montaña rusa emocional que vivió en las fiestas berlinesas improvisadas en edificios fabriles abandonados. Con una cuidada selección de música electrónica, en la que no falta Jeff Mills, varios actores bailan frente a un público atónito y cada vez más extasiado. Mañana es el segundo pase en Madrid, una coproducción de Veranos de la Villa y Naves de Matadero.

¿Eres más filósofa, artista o antropóloga?

Pasé de la filosofía al arte porque me interesaban más las experiencias físicas y emocionales, y cómo interactúan con nuestro pensamiento racional. O más bien, cómo lo violentan. Cómo lo disturban. Eso es algo que vemos estos días, por ejemplo, en las reacciones de los políticos, que cada vez atienden menos a la racionalidad y más a las pasiones. Lo cual no siempre les lleva en la buena dirección, por cierto. Por eso mi obra está influenciada por la sociología y la filosofía, es un compendio de todo. Mi obsesión es el porqué de...

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¿Eres más filósofa, artista o antropóloga?

Pasé de la filosofía al arte porque me interesaban más las experiencias físicas y emocionales, y cómo interactúan con nuestro pensamiento racional. O más bien, cómo lo violentan. Cómo lo disturban. Eso es algo que vemos estos días, por ejemplo, en las reacciones de los políticos, que cada vez atienden menos a la racionalidad y más a las pasiones. Lo cual no siempre les lleva en la buena dirección, por cierto. Por eso mi obra está influenciada por la sociología y la filosofía, es un compendio de todo. Mi obsesión es el porqué del comportamiento humano. Y la respuesta se halla cuando juntas lo racional y lo emocional, y cómo se contraponen muchas veces.

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¿Puede haber componentes filosóficos en una rave?

Por supuesto. Y psicológicos. Es mi obra más sensitiva. Otras veces que he venido a Madrid he generado muchas emociones en el público, a veces incluso sensaciones perturbadoras, como con Jerk, que era solo un actor y varios muñecos decadentes a los que daba vida. Era una obra minimalista. Pero al fin al cabo, como todas mis obras, planteaba cuestiones sobre el comportamiento, sobre la condición humana.

Jerk estaba basada en un texto de Dennis Cooper, como casi todas tus obras. El guión de Crowd también es suyo, pero los actores no dicen ni una sola palabra. Solo bailan.

Hasta ahora trataba las emociones humanas de forma individual. Por primera vez, planteo el elemento emocional desde un prisma colectivo. En este caso el de una rave, que es como los antiguos rituales paganos. En una rave no se habla, la gente solo se mueve. Pero la parte gestual a veces es mucho más expresiva que las propias palabras. Si yo me frotara más manos frenéticamente mientras te digo esto, por ejemplo, y te mirase con los ojos muy abiertos, lo que digo cobraría un sentido distinto. La idea de esta obra es contar diferentes historias a través de cómo se mueven los personajes, como se acercan, cómo se separan, como interactúan a través del baile. Una rave es un escenario ideal para entender el comportamiento humano.

Uno de los momentos de 'Crowd', obra de Gisele Vienne.

Lo viviste en primera persona.

Sí, por supuesto. Cuando empecé a idear Crowd, hace cinco años, partía de experiencias propias. Y era la mejor situación para plasmar emociones colectivas. Estuve en muchas raves durante la época que viví en Berlín en los años noventa. Se organizaban en fábricas y hangares abandonados, o en el campo, hoy eso ya está más visto, pero por aquel entonces era algo muy nuevo, muy rompedor. Como la música techno, todo estaba por descubrir. La gente, obviamente, va a una rave a divertirse, pero también a soltarse del todo, casi de una forma naive, a dejar fuera cualquier viso de solemnidad. En definitiva, es una manera muy primitiva de buscar placer. De todas las raves que he estado he sacado en claro que hay patrones de comportamiento. La colectividad nos lleva por caminos análogos.

Eres marionetista. Y tú misma construyes tus muñecos. ¿Es otra forma de llegar a comprender el comportamiento humano?

Sí, pero no porque vea a un títere o un muñeco de ventrílocuo, por ejemplo, como un reflejo de nosotros. Sino por las reacciones tan dispares que son capaces de despertar en nosotros. Yo de pequeña era una auténtica fan de los Muppets, de Fragel Rock, de la rana Gustavo... Muñecos que generan ilusión. Pero si te vas al otro extremo, ves las figuras de Semana Santa, en España, que generan devoción, un respeto indescriptible. Y luego están los muñecos que tienen ese componente humano, de puro realistas. Tienen un halo inquietante, no es casual que se hayan usado en tantas películas de terror. Yo quería poder controlar esas emociones en el público. Por eso aprendí a fabricar mis propias marionetas.

El tópico dice que las niñas juegan con muñecas. No las crean.

No tuve una infancia al uso. Mis padres adoraban el arte. No tenían mucho dinero, pero sí muy claras sus prioridades. Lo primero era la comida, y lo segundo, otro alimento, el arte. Desde pequeña, con solo siete años, me llevaba a obras de teatro, de danza contemporánea, a performance, a obras de teatro, a pases de cine underground y experimental. Yo podría haber rechazado todo aquello, a una niña suelen gustarle otras cosas. Y tal vez era demasiado fuerte para una chica de mi edad. Pero me sucedió todo lo contrario. Me tocó de lleno.

No fue una educación muy ortodoxa.

No, pero debería serlo. Creo que el arte hoy está muy esquinado. Y es algo esencial para la condición humana, porque es lo que la define. Por eso es incomprensible es maltrato que recibe por parte de los poderes públicos, que siempre lo relegan a un plano secundario. El arte es el reflejo de nuestra complejidad. Si no somos capaces de verlo, nos convertimos en seres simples, rutinarios, gregarios. Mecánicos. Nos despojamos de nuestra humanidad.

¿Y no tiene algo de gregario una rave?

Puede. Según cómo se la tome cada uno. Yo, desde mi experiencia, te diré que tuve emociones muy fuertes, que no creo que se puedan equiparar a las de otros. Y eso es precisamente lo que quiero generar en el público.

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