Columna

La derecha europea se asoma al fracaso

El resultado más peligroso de los errores de los conservadores es la asunción de los postulados populistas para conservar el poder

El presidente francés Emmanuel Macron saluda el pasado 19 de junio al ministro alemán del Interior Horst Seehofer, de la CSU.Michele Tantussi (Getty Images)

Que la socialdemocracia europea sufre una larga y profunda crisis es una obviedad respaldada por los datos catastróficos de los partidos nacionales que la representan. Baste señalar el último gran fiasco, el del Partido Socialista Francés, que en las elecciones de 2017 pasó de la mayoría absoluta a obtener el 6% de los votos. Los partidos clásicos reculan frente a formaciones de nuevo cuño, pero no solo la izquierda cede terreno.

Los movimientos telúricos de la política también están afectando negativamente a los democristianos o partidos conservadores. El año pasado, tres grandes forma...

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Que la socialdemocracia europea sufre una larga y profunda crisis es una obviedad respaldada por los datos catastróficos de los partidos nacionales que la representan. Baste señalar el último gran fiasco, el del Partido Socialista Francés, que en las elecciones de 2017 pasó de la mayoría absoluta a obtener el 6% de los votos. Los partidos clásicos reculan frente a formaciones de nuevo cuño, pero no solo la izquierda cede terreno.

Los movimientos telúricos de la política también están afectando negativamente a los democristianos o partidos conservadores. El año pasado, tres grandes formaciones conservadoras sufrieron cierto castigo electoral. En Francia, Los Republicanos quedaron, por vez primera en la historia, fuera de la segunda ronda de las presidenciales, Theresa May, en el Reino Unido, perdió la mayoría absoluta y la coalición alemana CDU-CSU redujo en un 7% sus apoyos. Este mismo año, en marzo, la Forza Italia de Silvio Berlusconi ha quedado en la oposición y en España, el PP ha perdido el gobierno por una moción de censura favorecida por la pérdida previa de su mayoría absoluta.

La Unión Europea está atravesando uno de sus momentos más inciertos. La causa no es la inmigración, cuyos flujos se han reducido drásticamente este año, sino el populismo que ha logrado inocular el miedo al extranjero en unas sociedades que ya no crecen económicamente al ritmo de antaño. No es casualidad que mientras la coalición que sostiene a Angela Merkel perdía apoyos, entrara en el Bundestag la populista y antieuropea Alternativa para Alemania.

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Los partidos clásicos afrontan graves dificultades para dar respuesta a esos miedos irracionales que han devenido en movimientos ultranacionalistas que amenazan la existencia de la UE. En la pérdida de peso de los democristianos influyen decisivamente los partidos que les roban votos desde la extrema derecha y desde el centro. Pero esa tendencia a la baja no es solo achacable a los demás.

Líderes de la política europea de los últimos 23 años, los conservadores son los máximos responsables de la gestión de la crisis y, por tanto, de algunas de las frustraciones que esa gestión —con la austeridad como bandera— ha generado. El resultado en Grecia, después de ocho años de intervención, es dramática para los pensionistas y las clases medias. Han dejado el campo libre a quienes como Emmanuel Macron recuperan la pasión por “una Europa que protege”, en alusión a la desafección que la derecha no supo evitar. El resultado más peligroso de los errores de los conservadores es, con todo, la asunción de los postulados populistas para conservar el poder, lo que es especialmente notorio en países del Este como Hungría y República Checa. La CSU alemana ya ha emprendido esa senda.

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