Análisis

La guerra del PP y ‘Don Sebastián’ Feijóo

El proceso de renovación en el PP arranca con un mal indicio: más que aspirantes a suceder a Rajoy, parece haber aspirantes a que otros fracasen al intentarlo

Casado, Sáenz de Santamaría y Cospedal, candidatos a suceder a Rajoy en la dirección del PP, junto a otros diputados populares en el Congreso de los DiputadosFoto: atlas | Vídeo: Fernando Villar (efe) / ATLAS

Cuando esta mañana se agote el plazo de candidaturas para reinar en Génova, ‘a la hora señalada’ –que es como se tradujo High Noon en el cono sur, aquí Solo ante el peligro: la cuenta atrás antes de comenzar a dispararse– en el PP las sensaciones serán más inquietantes que estimulantes. El proceso de renovación arranca con un mal indicio: más que aspirantes a suceder a Rajoy, parecía haber aspirantes a que otros fracasen al intentarlo. Antes que sana rivalidad para que se imponga la democracia interna, suenan tambores de guerra; y quizá no será guerra sin cuartel pero sí guer...

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Cuando esta mañana se agote el plazo de candidaturas para reinar en Génova, ‘a la hora señalada’ –que es como se tradujo High Noon en el cono sur, aquí Solo ante el peligro: la cuenta atrás antes de comenzar a dispararse– en el PP las sensaciones serán más inquietantes que estimulantes. El proceso de renovación arranca con un mal indicio: más que aspirantes a suceder a Rajoy, parecía haber aspirantes a que otros fracasen al intentarlo. Antes que sana rivalidad para que se imponga la democracia interna, suenan tambores de guerra; y quizá no será guerra sin cuartel pero sí guerra de guerrillas, esa cosa tan española, de Viriato al Empecinado, de minar al rival hostigándolo en un proceso de desgaste, filtrando insidias, manipulando en las redes… Y hay donde morder, entre los errores catalanes y los errores barreneros en diferido.

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Rajoy llegó al mando por la vía equivocada, un dedazo de Aznar, pero se ha ido por la vía correcta, dejando que se resuelva votando. Sin duda él entendió, mejor que nadie, la condena que para él ha supuesto ser hijo de un dedazo: arrastrar consigo, inevitablemente, el pecado original de la corrupción aznarista. De ahí la importancia de poner fin a la práctica del dedazo. El proceso será un cortafuegos moral para inaugurar una nueva época, aunque va a resultar traumático para un partido sin costumbre, a diferencia del PSOE, al que incluso un choque tan duro como el de sanchistas y susanistas ya le cogió curtido, por lo sucedido en los noventa entre felipistas y guerristas que les partió el alma, para saber coser las heridas. El PP va a tener que pasar por ahí.

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Otro acierto de Rajoy, durante estos años, fue apostar por una vieja lección de mando elevada a dogma por Napoleón: es mejor no tener un delfín, porque antes o después aspirará a sucederte, sino tener dos, ya que eso les hará vigilarse entre ellos, hacerse un marcaje férreo, incluso odiarse, más o menos cortésmente pero odiarse, en lugar de odiarte a ti. Y eso ha sucedido entre Sáenz de Santamaría y Cospedal. Ninguna ha discutido a Rajoy; se han discutido entre sí. Ninguna ha debilitado a Rajoy; se han debilitado entre sí. Ninguna se cree mejor que Rajoy; solo mejor que la otra. Ahora tendrán su duelo al sol, y más allá de las buenas palabras, se tienen ganas. Los demás candidatos quedarán ensombrecidos por ese choque Sáenz de Santamaría vs Cospedal que puede marcar época, como los Ali vs Frazier o los Sugar Ray Robinson vs Jake LaMotta.

Sólo quedaba una incógnita: la apuesta tercerista. Bauzá era el nombre en la reserva, aunque pareció superado por los acontecimientos. Casado se ha propuesto ocupar ese espacio, pero llega débil por sus enredos académicos y Aznar no es el mejor aval. De la Serna se ha limitado a anticipar la tendencia a la atomización en torno a las duelistas, aunque el sistema de doble vuelta arrastrará el desenlace al congreso. Entretanto, y a medida que haya desgaste, seguramente va a crecer la melancolía en el partido: “con Feijóo esto no hubiera pasado”. En definitiva, en el PP puede germinar el fenómeno del sebastianismo, ese sentimiento portugués provocado por la desaparición del muy amado infante don Sebastián en la batalla de Alcazarquivir (1578); a partir de ahí se creó el mito de que alguna vez regresaría para redimirlos. No hay que descartar que acabe por aflorar en el PP un cierto sebastianismo confiando en que Feijóo, descartado por razones oscuras en estas primarias de 2018, regresará alguna vez para la redención. De momento, van a la guerra.

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