Columna

Sexo ‘sin’

Ansiamos desear o amar o gustarle a alguien o a algo y hacernos la ilusión de que alguien o algo nos ama, nos desea o, simplemente, nos consuela

Matt McMullen, fundador de RealDoll junto a las muñecas en su taller. APU GOMES

Lo escuché de pasada un día en la radio del coche en uno de esos espacios adonde llaman los oyentes a contar sus cuitas y que ora te matan de risa, ora de vergüenza. Hablaba un fotógrafo de bodas jubilado que había visto de todo y por su orden en sus lustros de oficio. De entre toda la belleza y el horror que vieron esos ojos curados de gozo y espanto, el hombre no podía borrar de su retina la devoción de una madre y madrina sesentona de un novio cuarentón por su otra hija pequeña. La señora se desvivía por la criatura. Le arreglaba el pelo, le colocaba los lazos, le comía la cara a besos, la ...

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Lo escuché de pasada un día en la radio del coche en uno de esos espacios adonde llaman los oyentes a contar sus cuitas y que ora te matan de risa, ora de vergüenza. Hablaba un fotógrafo de bodas jubilado que había visto de todo y por su orden en sus lustros de oficio. De entre toda la belleza y el horror que vieron esos ojos curados de gozo y espanto, el hombre no podía borrar de su retina la devoción de una madre y madrina sesentona de un novio cuarentón por su otra hija pequeña. La señora se desvivía por la criatura. Le arreglaba el pelo, le colocaba los lazos, le comía la cara a besos, la ponía la primerita en todas las fotos. Todo normal, una madre tardía chocha por su niña chica, si no fuera porque la nena, en realidad, era una muñeca Rosaura de la altura de una prepúber de 10 años. La doña había perdido a su cría a esa edad infame y llevaba tres décadas cuidando y amando a ese monigote de goma como si fuera la carne de su carne.

Evocaba esa historia de amor y terror absolutos al leer el martes la noticia más vista en este diario. Un tipo de San Diego (California) fabrica muñecos sexuales dotados de inteligencia artificial y no da abasto a atender pedidos. Los autómatas, hiperrealistas hasta la náusea, se programan al gusto del propietario y son capaces de aprender de lo más íntimo de su amo hasta el punto de anticiparse a sus deseos y decirle a todo que sí, por favor, te hago y hazme lo que quieras, cariño. Sexo sin piel, sin pálpito, sin semen, sin sangre, sin sudor, sin lágrimas, sin alma, vale, pero sexo. Sostenía el nota que solo el 1% de sus clientes son “raros”, con lo que se deduce que considera al 99% restante personas perfectamente normales. Estoy de acuerdo. Tan normales o raros como la madre de Rosaura. Ansiamos desear o amar o gustarle a alguien o a algo y hacernos la ilusión de que alguien o algo nos ama, nos desea o, simplemente, nos consuela. Animalejos.

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