Editorial

Putin contra Navalni

Aplastar a sus críticos no dará más legitimidad al presidente de Rusia

Alexei Navalni se saca un selfie junto a varios de sus simpatizantes poco antes de ser detenido por la policía el domingo. ALEXANDRA DALSBAEK (AFP)

La detención del líder opositor ruso Alexéi Navalni, junto con el allanamiento violento de la sede de su movimiento Fondo de Lucha contra la Corrupción (FLC), muestra el nerviosismo del presidente Vladímir Putin ante la posibilidad de que la oposición democrática pudiera empañar su previsible triunfo en las elecciones presidenciales que se celebrarán en Rusia el próximo 18 de marzo.

El mandatario acude a las urnas prácticamente sin oposición y con unos sondeos que le otorgan hasta un 70% de los votos. Pero esas perspectivas tan favorables no son el resultado de una contienda que se cara...

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La detención del líder opositor ruso Alexéi Navalni, junto con el allanamiento violento de la sede de su movimiento Fondo de Lucha contra la Corrupción (FLC), muestra el nerviosismo del presidente Vladímir Putin ante la posibilidad de que la oposición democrática pudiera empañar su previsible triunfo en las elecciones presidenciales que se celebrarán en Rusia el próximo 18 de marzo.

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El mandatario acude a las urnas prácticamente sin oposición y con unos sondeos que le otorgan hasta un 70% de los votos. Pero esas perspectivas tan favorables no son el resultado de una contienda que se caracterice por la competencia entre varios candidatos que debatan libremente ante el electorado si Putin y su programa de gobierno se merecen seis años más en el Gobierno. Y es precisamente eso lo que denuncian Navalni y otros movimientos opositores que califican de fraude y apaño todo el proceso electoral.

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Putin es un líder con una visión férrea del ejercicio del poder que no ha dudado en emplear todos los resortes para mantenerse en él y construir un sistema en el que ha ido anulando toda voz discordante, ya venga de la política, del mundo de la empresa o de los medios de comunicación. El resultado es un país con un importante problema de libertades y sin espacio para la oposición democrática.

Nalvani fue arrestado el domingo cuando se incorporaba a una manifestación organizada por el FLC en la que se pedía el boicot a los comicios. Previamente la policía había irrumpido, utilizando una sierra radial, en la sede de la organización opositora. Varios estrechos colaboradores de Navalni fueron arrestados en el mismo momento y ordenadores, servidores y cámaras que sirven para la difusión de los mensajes del líder opositor fueron confiscados. Navalni pudo llegar la marcha pero poco más. Ayer fue liberado. Lo cierto es que la manifestación tampoco fue precisamente multitudinaria —unas 4.000 personas según las agencias de prensa internacionales para una capital como Moscú, con 12 millones de habitantes— pero eso mismo da idea de los medios que está dispuesto a emplear el presidente de Rusia para evitar cualquier amenaza a su proyecto.

Y Navalni no lo es, al menos jugando según las reglas, porque no puede presentarse a las elecciones de marzo ya que está inhabilitado para ejercer cargos electos tras una polémica condena emitida hace un año por supuesta malversación. Su esperanza pasa ahora por lograr una elevada abstención y atribuirla a una protesta contra Putin. Para ello está utilizando métodos no convencionales en la política clásica como la movilización en las redes sociales y el activismo en Internet. Elementos de los que hay indicios sobrados que Putin utiliza fuera de sus fronteras pero que no le gustan tanto cuando él es a quién se los aplican.

Putin está obligado a respetar las reglas democráticas, entre las que destaca el derecho de la oposición a ofrecer una alternativa . Lo que otorga la legitimidad democrática es la limpieza del proceso, no los números que se obtengan. Rusia no debe volver a los tiempos en los que todo dependía de la voluntad de un solo hombre. Y los rusos se merecen unas elecciones limpias y libres.

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