Editorial

Tráfico, un modelo agotado

El aumento de muertes en carretera confirma que hay que prestar más atención al estado de las vías y a la calidad de los automóviles

Las estadísticas de muertos en carretera durante 2017 —superiores ya, sin haberse cerrado el ejercicio, a las de 2016 (1.170 frente a 1.162)— confirman lo que ya apuntaba el año pasado: el modelo de gestión del tráfico está agotado. La política de insistir en la educación vial, en presentar descarnadamente los resultados de los accidentes y, en resumen, de explotar la apelación a la responsabilidad del conductor no producirá ya, probablemente, más descensos sustanciales en la siniestralidad vial. Hay que continuar con ella; también hay que controlar (es decir, detectar y penalizar) el consumo ...

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Las estadísticas de muertos en carretera durante 2017 —superiores ya, sin haberse cerrado el ejercicio, a las de 2016 (1.170 frente a 1.162)— confirman lo que ya apuntaba el año pasado: el modelo de gestión del tráfico está agotado. La política de insistir en la educación vial, en presentar descarnadamente los resultados de los accidentes y, en resumen, de explotar la apelación a la responsabilidad del conductor no producirá ya, probablemente, más descensos sustanciales en la siniestralidad vial. Hay que continuar con ella; también hay que controlar (es decir, detectar y penalizar) el consumo de alcohol y drogas en la carretera. Pero hay que erradicar otras causas de los accidentes; causas que han sido enunciadas y denunciadas con insistencia en los últimos años.

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El conductor es uno de los responsables de los accidentes; , pero no el único. Las carreteras secundarias (la red fuera de autopistas y autovías) son un foco de peligrosidad que las Administraciones públicas se niegan a reconocer con hechos. Informes recientes calculan que existen 3.200 kilómetros de carreteras con un elevado grado de riesgo. Hay verdaderos puntos negros de mala señalización, peraltaje deficiente y firme en pésimo estado. La política de austeridad del Gobierno y de las administraciones periféricas ha liquidado los programas de inversión en mantenimiento, reparación y reforma de la red secundaria. La renovación de las vías es urgente; no ayuda el desorden evidente en competencias de tráfico entre Administraciones. Aunque nunca es tarde: el Gobierno ha aprobado un plan de carreteras con una inversión de 5.000 millones en dos años.

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Hay que prestar atención a otro factor decisivo: la calidad del parque automovilístico. La edad media es muy alta y las prestaciones de seguridad, anticuadas o ineficaces. Una Administración preocupada por las muertes en carretera incentivaría la modernización de los automóviles, de efectos benéficos también medioambientales.

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