El acento

La tecnología avanza. Hacia dónde, es otra cosa

Convendría tener una mirada más crítica ante la avalancha de descubrimientos de la que somos informados a diario

Imagen de CHiP, un perro robot que imita a los reales. Samuel Pasquier (AP)

Hay dos campos informativos que en los últimos años han experimentado un auge sin precedentes. El interés que despiertan ha llevado a los medios a cambiar su estructura y su modo de cubrirlas. Este periódico es una prueba de ello. A su vez —en una especie de círculo virtuoso— este nuevo tratamiento ha generado mayor interés de la audiencia. Y es una buena noticia para los medios y para el público, porque ante un discurso —que lo hay— que justifica ofrecer cualquier cosa bajo la consigna de que “la audiencia lo pide”, este tipo de información requiere también esfuerzo tanto en su elaboración po...

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Hay dos campos informativos que en los últimos años han experimentado un auge sin precedentes. El interés que despiertan ha llevado a los medios a cambiar su estructura y su modo de cubrirlas. Este periódico es una prueba de ello. A su vez —en una especie de círculo virtuoso— este nuevo tratamiento ha generado mayor interés de la audiencia. Y es una buena noticia para los medios y para el público, porque ante un discurso —que lo hay— que justifica ofrecer cualquier cosa bajo la consigna de que “la audiencia lo pide”, este tipo de información requiere también esfuerzo tanto en su elaboración por parte de los periodistas como de la audiencia a la hora de consumirla. Se trata de las noticias de ciencia y tecnología.

Así, las piezas sobre descubrimientos de exoplanetas, descubrimientos en microbiología, aplicaciones que facilitan la vida cotidiana o avances en el diseño y construcción de máquinas, por poner algunos ejemplos, no solo han aparecido cada vez más en los medios informativos sino que se han hecho con un espacio estable con tendencia a aumentar. A más información, mayor interés. A mayor interés, más demanda. A mayor demanda, más información...

Llegados a este punto conviene —y mucho— hacerse algunas preguntas sobre la avalancha de avances tecnológicos que a veces nos abruma. No se trata de adoptar ante cualquier innovación la posición de quienes quemaban telares en la Inglaterra de principios del siglo XIX, ni de considerar a la NASA y la ESA —y como quiera que se llame la agencia china— unos mentirosos porque todos sabemos que la Tierra es plana. Pero tal vez comenzaría a ser necesario adoptar una mirada crítica. Si alguien se va a sentir mejor añadiendo la palabra “constructiva” que lo haga, pero lo importante es no dar por supuesto que cualquier avance técnico es bueno y por tanto lleva a un futuro mejor. La historia de la humanidad está llena de maravillosas invenciones empleadas como herramientas terroríficas.

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Por ejemplo, hemos informado —segunda autorreferencia, pido disculpas aunque con la boca pequeña— de los progresos en una tecnología que permitirá convertir los pensamientos en texto. Veámoslo con seriedad pero no con gravedad y, por tanto, sin necedad. Cuando se desarrolle permitirá comunicarse de una forma casi total a personas a las que ahora les es casi imposible hacerlo. Basta con que un sintetizador lea el texto como de hecho ya sucede. Y totalmente desarrollado, como siempre sucede, permitirá otras cosas menos trascendentes pero igualmente importantes. Así, para escribir este artículo no hará falta teclado. Bastará con pensarlo. Los periodistas estaremos encantados —se acabó la tendinitis—, pero tal vez lo estemos menos si además de a nuestro ordenador el aparato está conectado a Recursos Humanos. Y aquí podemos hacer el chiste de la pareja que nos lo pone y pregunta “¿Qué piensas?”. Pero ¿y si lo hace la policía o el inspector de Hacienda? No va a ser el caso... o sí. Hay direcciones en las que hay que pensárselo dos veces antes de avanzar.

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