El acento

La conversación, el cabrales y J. K. Rowling

Preguntar es un arte, y también un truco

Una imagen de J.K. Rowling tomada en 2012 en el Lincoln Center de Nueva York. C. Allegri (Reuters)

Hay un rato en la conversación en que pasa lo que no pasa. Bryce Echenique decía: “Antes de hablar voy a pronunciar unas palabras”. Antes de hablar se dicen las palabras que no van a ningún sitio. Un político me citó para conocerme y cuando ya habíamos acabado con lo llano me preguntó: “¿Y qué concepto se tiene de mí en tu periódico?”. La gente queda con los periodistas, por ejemplo, porque quieren enviar un recado, hacer una advertencia. ¿Quedar por quedar? Eso es en Facebook.

Ahora se habla mucho de lo que se habla en privado, y además se cuenta. Carmen Balcells, una conversadora exce...

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Hay un rato en la conversación en que pasa lo que no pasa. Bryce Echenique decía: “Antes de hablar voy a pronunciar unas palabras”. Antes de hablar se dicen las palabras que no van a ningún sitio. Un político me citó para conocerme y cuando ya habíamos acabado con lo llano me preguntó: “¿Y qué concepto se tiene de mí en tu periódico?”. La gente queda con los periodistas, por ejemplo, porque quieren enviar un recado, hacer una advertencia. ¿Quedar por quedar? Eso es en Facebook.

Ahora se habla mucho de lo que se habla en privado, y además se cuenta. Carmen Balcells, una conversadora excepcional, no quería entrevistas, porque lo que a ella le gustaba era hablar antes. Los periodistas, que debemos ser discretos sobre lo que pasa en ese entretanto, no publicamos jamás esas cosas que nos decía una mujer que pasó a la historia por no contar lo que no se debe contar. Así salvó carreras e hizo innumerables negocios. Si lo hubiera contado todo hubiera dilapidado un magisterio basado en el silencio. Ella que habló tanto.

Uno de los problemas que tenemos los periodistas, a la hora de entrevistar, es lo que se dice antes. Si eres confianzudo, o agresivo, no ganas nada, solo silencio, retraimiento. Ahora se ha puesto de moda la entrevista arrojada, o de cercanías. Anda, hombre, dime la verdad. Una vez dos veteranos se le acercaron a Aznar, aún aspirante, después de una rueda de prensa a la que habían acudido muchachos: “Hombre, José María, ya terminaste con estos pipiolos, dinos a nosotros la verdad”. Preguntar es un arte, y también un truco. Hay quienes pasan a la historia por el arte. Otros sobresalen por el rasguño o por el truco.

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La conversación periodística necesita, además, de cierta preparación, no es solo cuestionario. Cuando este periódico me pidió que entrevistara a la muy esquiva J. K. Rowling, la creadora de Harry Potter, le pedí consejo a Graciano García, que la había tratado desde la Fundación Príncipe de Asturias, que dirigió y la había premiado. ¿Qué le llevo? “Lee sus libros y llévale un queso de Cabrales”. Se abrió como una ostra.

Ahora se habla mucho de lo que se conversa en privado. En periodismo a mí me ha pasado lo que acabo de contar. En la vida normal (¿o real?) uno va a contar algo y entretiene el principio. Cuando ya sueltas tu rollo, te pueden decir sí o no; si te dicen sí no lo cuentas, es un amigo, tenía que ser así, no me iba a fallar. Si te dicen que no sales enrabietado, te da vergüenza decirles a los tuyos que te dijeron No (No es No), pero aguardas a una oportunidad, alguien te ofrece café con leche, o queso de Cabrales, según la hora, y te revuelcas en tu enfado. “¿Y sabes que el tipo va y me dice que no?”. “¡Y eso que le fuiste a ver!”. Si hubiera salido bien el escándalo habría sido nulo. Si se tuerce la cosa el otro es un villano.

J. K. Rowling abrió el queso allí mismo. La conversación tuvo un olor milagroso y hablamos de todo, menos de su secreto.

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