No es país para mujeres

Las cachemiras lloran a las víctimas de la mortal escalada de violencia en una región donde se las margina y maltrata

Mujeres de Srinagar, la capital de verano de la Cachemira india, ayer durante el funeral de las últimas víctimas.TAUSEEF MUSTAFA (AFP)

Estas mujeres de Cachemira (India), tan circunspectas, desafían una doble prohibición. La del toque de queda, con todas sus limitaciones de movimiento y expresión, de ahí que aparezcan congeladas en la paleta cromática de sus velos, y la de su propio género, como mujeres, como musulmanas y como protagonistas de tercera de sus propias vidas y de las vidas, o las muertes, de sus hijos, hermanos o maridos. Las de la imagen participan en el funeral por los cinco civiles muertos ayer durante las protestas de la población de Srinagar contra la violencia de las fuerzas de seguridad a la hora de imple...

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Estas mujeres de Cachemira (India), tan circunspectas, desafían una doble prohibición. La del toque de queda, con todas sus limitaciones de movimiento y expresión, de ahí que aparezcan congeladas en la paleta cromática de sus velos, y la de su propio género, como mujeres, como musulmanas y como protagonistas de tercera de sus propias vidas y de las vidas, o las muertes, de sus hijos, hermanos o maridos. Las de la imagen participan en el funeral por los cinco civiles muertos ayer durante las protestas de la población de Srinagar contra la violencia de las fuerzas de seguridad a la hora de implementar el toque de queda vigente desde hace 40 días en buena parte de ese Estado montañoso, lujuriosamente verde y bello.

El 8 de julio, el Ejército indio mató en Cachemira a un joven de 22 años, jefe militar del grupo separatista islamista Hizbul Muyahidin, con base en Pakistán, y desde entonces no ha hecho otra cosa que correr la sangre. Más de sesenta personas han muerto y miles han resultado heridas en el único Estado indio con mayoría de población musulmana y gemelo de la otra Cachemira, bajo control paquistaní, cuya simple vecindad inflama los discursos en Nueva Delhi, como el que el lunes pronunció el primer ministro indio, Narendra Modi, en el 69º aniversario de la independencia de Reino Unido. Cachemira, antes una, se partió traumáticamente en 1947, y la huida de los musulmanes de India dio nacimiento al nuevo Pakistán.

Así que estas mujeres no solo sufren pérdidas familiares, o se exponen a ser carne de cañón, en una de las regiones más convulsas del mundo. También están sometidas al purdah, la práctica vigente en sociedades islámicas del sur de Asia de ocultarlas al mundo y, sobre todo, a los hombres que no sean parientes directos. Por eso afloran tan pocas denuncias de violencia de género o violaciones —¿quién va a prestar atención a eso en un clima cuasi bélico?—, aunque la única comisaría para mujeres de Srinagar admite recibir unas 1.500 al año. India no es país para las mujeres, salvo que seas actriz de Bollywood o urbanita de clase alta, y ni siquiera. Pero las cachemiras, por su triple discriminación como mujeres, musulmanas y víctimas del purdah, arrastran un fardo aún más pesado.

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