Los papeles

Ciudadanos ha corrompido el espíritu profundo del bar, un lugar al que el español va a romperse la cara por su equipo de fútbol

La camarera y varios clientes de un bar de Madrid brindando con sus cañas de cerveza. Luis Sevillano

El vídeo de Ciudadanos, ese que transcurre en un bar con una clientela sensibilizada, es tan fantástico que termina haciendo lo que denuncia: la corrupción. En concreto la del espíritu profundo del bar, un lugar al que el español va a romperse la cara por su equipo de fútbol, y en el que ahora resulta, según el vídeo, que leer el Marca está mal visto. Ese bar en el que yo crecí, en el que a las tragaperras jugaban los señoritos y el de la coleta era siempre el repartidor, y en el que cada vez que alguien salía de la tele se le ponía a parir, ya fuese tu propio padre, se ha disuelto en...

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El vídeo de Ciudadanos, ese que transcurre en un bar con una clientela sensibilizada, es tan fantástico que termina haciendo lo que denuncia: la corrupción. En concreto la del espíritu profundo del bar, un lugar al que el español va a romperse la cara por su equipo de fútbol, y en el que ahora resulta, según el vídeo, que leer el Marca está mal visto. Ese bar en el que yo crecí, en el que a las tragaperras jugaban los señoritos y el de la coleta era siempre el repartidor, y en el que cada vez que alguien salía de la tele se le ponía a parir, ya fuese tu propio padre, se ha disuelto en un lugar lleno de emociones íntimas y heroicidades; un bar en el que un político sale en la tele y no sólo no se cambia de canal, sino que se le escucha embelesado. Ese bar de España es la promesa electoral más loca de Ciudadanos. De tal forma que uno de los actores —para justificar la simpatía ficticia por el partido— ha dicho que también puede hacer de “asesino, pederasta o facha”. No de Adolfo Suárez.

“Tenemos que aprender a convivir juntos”, le dice la ama de llaves a Nicole Kidman en Los otros. Se refiere a los vivos y los muertos: Kidman cree que ella está viva, así que no lo acepta. En cuanto sabe que es la muerta ya le da igual: se resigna, en un gesto alarmante de derrotismo, a pensar que ella y sus hijos son los otros. En la campaña electoral la ficción tiene una penetración parecida a la de la película de Amenábar. No sólo para Ciudadanos: el corredor espontáneo del vídeo de Rajoy —por ejemplo—, copiado de aquel corredor que le pusieron a Feijóo y del que dijo que era su amigo cuando en otro vídeo salía haciendo de camionero encantado con las políticas agropecuarias del Partido Popular. De esa espontaneidad calculada del corredor, que es alto cargo del Partido Popular extremeño y fue neonazi a los catorce años —hay adolescencias complicadas y luego está ésta—, resulta una imagen divertida: ser perseguido por un antiguo niño nazi como si fuese el cobrador del frac.

¿Quiénes son los otros? Cuando después del vídeo de Ciudadanos el actor dice irónicamente: “Era joven, inexperto. Necesitaba el dinero. No me juzguéis”, evoca de una tacada al cargo extremeño, a Rivera y su antigua militancia, a Iglesias y su antiguo trabajo. Han aprendido a convivir juntos de tal forma que no termina de morir uno y no acaba de crecer otro. Sin saber exactamente cuál de los dos se resigna, el papel o la persona.

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