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Gastronotas de Capel
Por José Carlos Capel

Mugaritz 2016

Posee una técnica portentosa que disimula con habilidad para que ningún artificio distraiga la concentración que espera de los comensales, una actitud antagónica frente a lo que representa la consabida cocina del lucimiento.

El menú 2016, única forma de comer en Mugaritz, resume en 25 bocados sus propuestas para este año, un conjunto de transgresiones y sorpresas escogidas entre las 60 nuevas que ha creado, según me dijo. Nuevas texturas, alternancia de temperaturas, contrastes sápidos y armonías inéditas se suceden en una relación que se distancia de los patrones convencionales. Lo dulce puede anteceder a lo salado, y las carnes a los pescados, aunque eventualmente las propuestas retrocedan sobre sus propios pasos para acoplarse al orden convencional en determinadas secuencias. Encontré en el menú mucha más proteína animal que otros años, para mí algo sorprendente tratándose de un cocinero que desde siempre ha estado volcado en el mundo verde.

Prácticamente todo el menú 2016 se come con las manos (paradójico finger food de alta cocina), a excepción de tres platos que nos exigieron el concurso de tenedor y cuchara. Por su parte el pan (magnífico) no hizo acto de presencia hasta el final en compañía de una pieza de queso. Como es habitual tampoco la estética de sus platos figura entre sus objetivos, al contrario, juega un papel secundario.

En 2016 Aduriz se manifiesta delicadamente autoritario, impone un único menú y exige complicidad a sus comensales. Las emociones llegan desde el placer o el desconcierto, al hilo de un conjunto de antagonismos buscados. Para mí, repito, una experiencia excepcional, reforzada por una sala que dirige Joserra Calvo con arreglo a otros parámetros, y el respaldo de una lista de vinos que gestiona con más acierto que nunca Guillermo Cruz, mejor sumiller de España 2014.

Estos breves comentarios no pretenden otra cosa que servir de apoyo a la galería de fotografías que ilustran la entrada. La crítica la publicaré en El Viajero El País, según mi costumbre.

Después de dos postres, a modo de colofón nos presentaron sobre la mesa la mascota de MichelinBibendum – en forma de espuma, un marshmallow que era preciso despiezar para comérselo. Un gesto simpático susceptible de múltiples interpretaciones. Cuando le pregunté por el detalle me respondió: “Las alegorías no son otra cosa que simples homenajes”. Sígueme entwitter en @JCCapel

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