Columna

Vade retro

La vida es ahora. Gocémonos los unos a los otros y sufrámonos solo cuando no quede más remedio

Hoy es Jueves Santo. Perdonen la obviedad, pero desde que oía de cría estas palabras en la voz engolada del locutor de Televisión Española, siempre quise escribirlas una detrás de otra y era ahora o nunca. Los niños sabíamos que la sentencia era inapelable y nos condenaba a un tostonazo de procesiones y películas de romanos desde la carta de ajuste hasta la despedida y cierre. Pero entonces, como ahora, la vida estaba fuera y allá que íbamos a comérnosla.

También hoy la tele entra en bucle de capirotes y péplums. Pero cada época tiene sus clásicos y ahora, por estas fechas, igual que ll...

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Hoy es Jueves Santo. Perdonen la obviedad, pero desde que oía de cría estas palabras en la voz engolada del locutor de Televisión Española, siempre quise escribirlas una detrás de otra y era ahora o nunca. Los niños sabíamos que la sentencia era inapelable y nos condenaba a un tostonazo de procesiones y películas de romanos desde la carta de ajuste hasta la despedida y cierre. Pero entonces, como ahora, la vida estaba fuera y allá que íbamos a comérnosla.

También hoy la tele entra en bucle de capirotes y péplums. Pero cada época tiene sus clásicos y ahora, por estas fechas, igual que llega a El Corte Inglés la primavera, sale Reig Plá, el obispo de Alcalá de Henares, y suelta por su episcopal pluma los sapos y culebras que deben de habitar sus pesadillas. Para mí que Su Eminencia se empalma bendiciendo las ídems el Domingo de Ramos y ya no decae ni harto de vino de misa. Fue un Viernes Santo cuando dijo que algunos gays encuentran el infierno. Ahora arremete contra la Ley de Transexualidad madrileña pontificando que el hombre no es solo voluntad y libertad, sino sagrada e inalterable naturaleza. ¿Sabe qué? Le envidio, Ilustrísima. Debe de ser estupefaciente creerse dueño de la recta razón y mirar un metro por encima al prójimo con sus certezas absolutas y su vara de medir vidas ajenas. Ahora, en estos días convulsos en que bellísimas universitarias mueren en ruta por fatalidades del destino e inocentes viajeros caen asesinados por la barbarie de demasiados, no sobraría predicar paz y amor en vez de prejuzgar al diferente.

En aquellas Pascuas, además de hacer vigilia, estrenábamos la manga corta y comíamos la mona y saltábamos a la comba y tonteábamos con los chicos a muerte. La vida es ahora. Gocémonos los unos a los otros y sufrámonos solo cuando no quede más remedio. Apuremos el cáliz, sí, pero hasta donde nos dé la gana. Las heces ya las sueltan otros por sus bocas.

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