Columna

Los cuarenta

Las coincidencias desafortunadas son graves. También lo es haber aceptado, sin rugir, la banalización brutal del peor día de nuestra historia

En 2014 la fecha cayó un lunes. El fin de semana se hizo largo, ideal para una escapada, y así se vivió: se habló del éxito del feriado extenso, de paseantes llenando hoteles argentinos. En 2015 fue martes, pero el Gobierno actuó rápido y el lunes inoportuno se decretó no laboral. Fue un éxito mayor: 980.000 turistas —9% más que en 2014— aprovecharon esas minivacaciones que terminaron el martes, 24 de marzo, Día de la Memoria por la Verdad y Justicia, feriado nacional que, desde 2003, recuerda en Argentina el golpe de Estado de 1976. Este año cae en jueves. Una pena, porque es Jueves Santo, fe...

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En 2014 la fecha cayó un lunes. El fin de semana se hizo largo, ideal para una escapada, y así se vivió: se habló del éxito del feriado extenso, de paseantes llenando hoteles argentinos. En 2015 fue martes, pero el Gobierno actuó rápido y el lunes inoportuno se decretó no laboral. Fue un éxito mayor: 980.000 turistas —9% más que en 2014— aprovecharon esas minivacaciones que terminaron el martes, 24 de marzo, Día de la Memoria por la Verdad y Justicia, feriado nacional que, desde 2003, recuerda en Argentina el golpe de Estado de 1976. Este año cae en jueves. Una pena, porque es Jueves Santo, feriado de por sí, y la superposición genera, en el ciudadano, sensación de desperdicio. Este es un 24 intenso: se cumplen 40 años del golpe y Barack Obama llega a Argentina. Los organismos de derechos humanos protestaron, diciendo que en esa fecha la visita del presidente de un país que alentó golpes de Estado es desafortunada, y entonces Obama irá, ese día, a tomar el fresco a Bariloche. ¿Cuál es la función de un feriado? Recordar, supongo. Decir: “Hoy se hizo la patria”, “nació este hombre noble”, o, como nuestro feriado del 24, “no volverá a suceder". A veces, con el tiempo, los feriados destiñen y el día de la patria termina en “vamos a la playa”. Pero nuestro feriado del 24 de marzo es, como aquello que recuerda, demasiado joven para desteñir. Y, sin embargo, destiñe. Nos ha parecido grave la coincidencia desafortunada —Obama, 40 años, golpe— pero no que, de un tiempo a esta parte, preocupe más el flujo turístico que se genera en esa fecha que lo que en esa fecha se recuerda, ni que se haya diseñado un feriado puente ad hoc —sobre electrocutados vivos y madres sin hijos— para ir a revolcarse panza arriba. Las coincidencias desafortunadas son graves. También lo es haber aceptado, sin rugir, la banalización brutal del peor día de nuestra historia.

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