Editorial

Decisión responsable

El ‘sí’ del PSOE a Sánchez no es un cheque en blanco para cualquier pacto

Votación en la sede del PSC en Barcelona sobre el acuerdo entre los socialistas y Ciudadanos.Albert Garcia (EL PAÍS)

El respaldo de la militancia socialista a Pedro Sánchez permite al candidato a la presidencia del Gobierno afrontar la investidura con la tranquilidad de haber obtenido apoyo interno al proyecto compartido con Ciudadanos, una fuerza volcada en el reformismo moderado. Los votantes han comprendido que el programa del PSOE no obtuvo la mayoría electoral ni parlamentaria para llevarlo a cabo, y que se imponía la necesidad de pactar con otros, en este caso para una configuración política de centroizquierda.

Hay que reconocer esta votación como un éxito de Sánchez. Pero sería un error interpr...

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El respaldo de la militancia socialista a Pedro Sánchez permite al candidato a la presidencia del Gobierno afrontar la investidura con la tranquilidad de haber obtenido apoyo interno al proyecto compartido con Ciudadanos, una fuerza volcada en el reformismo moderado. Los votantes han comprendido que el programa del PSOE no obtuvo la mayoría electoral ni parlamentaria para llevarlo a cabo, y que se imponía la necesidad de pactar con otros, en este caso para una configuración política de centroizquierda.

Hay que reconocer esta votación como un éxito de Sánchez. Pero sería un error interpretarla como un cheque en blanco al secretario general. Partamos de la base de que esta consulta, como dijimos en su momento, no debería haberse celebrado jamás. En su origen, fue más la consecuencia de un pulso interno en el partido que de una necesidad real. La prueba de la inconsistencia de la consulta es que la dirección no sabía muy bien qué preguntar y los militantes no sabían bien qué contestar.

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Afortunadamente, la votación ha acabando demostrando el sentido de la responsabilidad de una militancia consciente de lo que habría significado un no. Los socialistas han evitado golpearse entre sí cuando uno de los suyos afronta una investidura, y seguramente bastantes de los que se ausentaron de las urnas prefirieron esa opción a la de presentar batalla. No estamos ante un plebiscito que legitime cualquier pacto, a partir del previsible fracaso de la primera votación de investidura. La pregunta planteada era confusa al hablar de acuerdos con diferentes fuerzas, pero los que contestaron sabían que el PSOE solo había pactado con Ciudadanos. El peligro es que, una vez inyectada la primera dosis de democracia directa, la coherencia quizá exija otras, sin que sea preciso lanzarse a la carrera de retar a los demás partidos a que planteen referendos a troche y moche, como sugiere el desafío lanzado ayer por el número dos socialista a Podemos.

En todo caso, la investidura se presenta tan complicada como antes de la consulta. Los votos parlamentarios del PSOE y de Ciudadanos son insuficientes para que Sánchez termine la semana como jefe del Gobierno, salvo un cambio de última hora en la declarada oposición del PP y de Podemos. Si no hay investidura, se planteará la incógnita sobre el futuro del acuerdo entre centristas y socialistas, dando por hecho que habrá nuevos y sucesivos intentos sobre la base de pactos más amplios. El objetivo es constituir un Gobierno antes de que transcurra el plazo constitucional de dos meses, a fin de evitar que el Rey no tenga más alternativa que convocar otra vez a las urnas.

Repetir las elecciones sigue siendo la peor de las opciones. No solo por los riesgos que corre España alargando la interinidad política del Estado, sino por el peligro que conlleva la polarización previsible. Colocados frente a las urnas como única salida, los partidos se verán tentados de radicalizar sus mensajes y forzar campañas a cara de perro, como táctica para decantar al electorado en una dirección más contundente que la marcada por el 20-D. Nadie debería apostar por esa solución, sino por la de un Gobierno pactado. Los líderes tienen la palabra para que no vuelvan los tiempos de la crispación a la vida pública.

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