Kilos de purpurina

'Priscilla' me recordó mi sueño de ser vedete: plumas, estrás, pestañas postizas, taconazos y risas. Lo digo sin intención paródica. Una superfemme exhibicionista y provocadora

Un momento del musical ‘Priscilla, reina del desierto’.

Ha llegado la época del año en que la norma es romperla. Por unos (pocos) días, los monarcas se tornan súbditos, los buenos, malos; los hombres, mujeres y las fieras, peluches inocentes. Es carnaval. Toca bailar, reír, cantar, beber, comer grasa, practicar sexo y divertirse. Ritualizamos la transgresión y el exceso para luego volver al redil. O no... Viendo el alegre musical Priscilla, reina del desierto —cuyo estilo marcó tendencia en el último carnaval— todo parece posible. Plantar car...

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Ha llegado la época del año en que la norma es romperla. Por unos (pocos) días, los monarcas se tornan súbditos, los buenos, malos; los hombres, mujeres y las fieras, peluches inocentes. Es carnaval. Toca bailar, reír, cantar, beber, comer grasa, practicar sexo y divertirse. Ritualizamos la transgresión y el exceso para luego volver al redil. O no... Viendo el alegre musical Priscilla, reina del desierto —cuyo estilo marcó tendencia en el último carnaval— todo parece posible. Plantar cara al desierto viajando en un vehículo precario con la verdad por delante es tan arriesgado como la vida misma. Apostar por los sueños requiere mucho empaque, sobredosis de fantasía, buena música, seguridad de drag queen y pelucas extravagantes a prueba de desengaños.

Priscilla me recordó mi sueño de ser vedete: plumas, strass, pestañas postizas, taconazos y risas. Lo digo sin intención paródica. Una superfemme exhibicionista y provocadora que soporta miradas sin flaquear, flirtea sin ilusionarse, sabe defenderse, sonríe cuando está triste, rompe tabús y, entre pluma y pluma, hace crítica política. Sería la ruina definitiva de mi reputación académica, aunque ¿quién sabe? De todos modos, mi pasado como modelo tiende a despertar más interés que mi laboriosa investigación y mis publicaciones. No voy a quejarme. Ni a Carmen de Mairena le han hecho un museo, y de Madame Arthur, la célebre transformista, casi nadie se acuerda. En su época, invertir los códigos de la indumentaria podía costarte la cárcel y así ocurre todavía en más de 80 países del mundo. ¡Priscilla nos proteja!

Ser una, ser otra, ser la otra, ser tú misma, serlo todo, no ser nadie. ¿Papel protagonista o identidad nómada? Tras haber sido india, goyesca, catalana, niña perdida en el bosque, pirata y alguna cosa más que olvidé por mis siete vidas, en una ocasión, esta chica barcelonesa se disfrazó de tío chulo: traje sport, gorra ladeada, bigote y perilla pintados por un amigo artista. En mi performance drag king fui de sobrado, pontifiqué sobre lo que ignoraba, ocupé mucho espacio, solté tacos entre hombres y (alegando torpeza) impertinencias a las mujeres, me coloqué la entrepierna y maltraté al amigo artista disfrazado de emigrante pobre. Me divertí de lo lindo. Ligué como nunca. Todavía no me lo explico.

Este carnaval, ¿saco pluma o me dejo bigote? Pero, ¿por qué escoger? Podría ir de Rita Hayworth en Gilda y soltarle un elegante guantazo a quien yo me sé. Eso sí que sería una buena inversión.

@patriciasoley

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