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Del tirador a la ciudad
Coordinado por Anatxu Zabalbeascoa

La destrucción como lección de arquitectura

 ¿Qué edificios ayudan a construir un país? ¿Cuáles lo destruyen? La destrucción puede ser también una lección de arquitectura. Se habla mucho de los elefantes blancos hijos del pelotazo inmobiliario que han proliferado en nuestras provincias, pero demasiado poco de las sinuosas maneras de convertir el patrimonio en negocio a base de destrozarlo o desatenderlo. En pocos días se han dado en España dos ejemplos que confunden destrucción con construcción y que dibujan en nuestro mapa arquitectónico un reino del sinsentido.

El caso gallego es paradigmático. Viene a ser como ordenar cub...

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 ¿Qué edificios ayudan a construir un país? ¿Cuáles lo destruyen? La destrucción puede ser también una lección de arquitectura. Se habla mucho de los elefantes blancos hijos del pelotazo inmobiliario que han proliferado en nuestras provincias, pero demasiado poco de las sinuosas maneras de convertir el patrimonio en negocio a base de destrozarlo o desatenderlo. En pocos días se han dado en España dos ejemplos que confunden destrucción con construcción y que dibujan en nuestro mapa arquitectónico un reino del sinsentido.

El caso gallego es paradigmático. Viene a ser como ordenar cubrir los asientos del Parc Güell ideados por Gaudí (todo llegará) por considerarlos peligrosos y ajenos a la normativa no actual sino de hace unos años, justo después de que fueran legalmente levantados. No ha importado que el Ayuntamiento de Santiago defienda la obra de López Cotelo. Tampoco que la normativa actual consienta incluso una mayor ocupación de la parcela. Es la ley en su versión más obcecada y menos cívica la que se ha impuesto.

El arquitecto coruñés Carlos Quintáns contaba a El País hace dos años que la dejadez que ha terminado por desproteger el territorio gallego ha hecho estragos en buena parte de su patrimonio arquitectónico y está aniquilando el legado arquitectónico. Frente a esa realidad, alejada de cualquier exceso y arraigada en la tradición constructiva y en el lugar, la casa en Ponte Sarela de Victor López Cotelo permitía pensar en otro futuro para Galicia. Abría una vía para la transformación de la arquitectura preindustrial gallega que pasaba por la conservación de un paisaje de canales de agua y molinos que define la frondosa periferia de la capital. Esa condición pionera de reconvertir y actualizar el patrimonio de las antiguas curtidurías abandonadas hizo de este proyecto un faro capaz de guiar futuras actuaciones. La Bienal de Venecia, el Premio Saloni y el Gran Premio Enor de arquitectura reconocieron ese pionerismo. La sentencia judicial definitiva no.

A pesar de estar realizada con todos permisos municipales y con todos los controles de comisiones de patrimonio, la vivienda debe derribarse en un 65% tras estimar un tribunal que no se ajusta a la legislación. Fue una vecina, “que vive en una casa ilegal”, explicaba López Cotelo a este periódico, la que denunció que perturbaba el ambiente de la zona. Perdió el pleito, recurrió, y lo volvió a perder. En el segundo pleito la sentencia le exigió incluso que demoliera su casa ilegal. Fue el promotor Otero Pombo quien no quiso desalojar a la mujer y pidió que no se cumpliese esa sentencia. Ahora un nuevo juez reinterpreta la normativa urbanística y obliga a pasar de conservar el patrimonio a convertirlo en ruina. Eso sí, las casas anodinas "levantadas sin licencia" que la rodean permanecerán enviando un mensaje demoledor sobre cómo actuar con la cultura, la historia y los valores patrimoniales, explica Carlos Quintáns. Para explicar la torpeza de la sentencia, Cotelo señala que dice que en ese volumen la cubierta tenía que ser a dos aguas, “cuando allí hay restos que demuestran que la cubierta de lo que era un secadero de pieles fue siempre a una”.

Derribar Ponte Sarela es irracional. Aprovechar la ocasión para eliminar la ambigüedad de las normas -deliberadamente confusas cuando se sabe que se puede conseguir algún beneficio con la holgura de su interpretación- sería pertinente. Pero esa reparación no puede pasar por destrozar una de las pocas obras que indican una manera de salvar a la vez arquitectura y territorio. 

En Madrid, el grupo inversor chino Wanda adquirió un inmueble, el Edificio España, cuando, al parecer, su único interés consistía en hacerse con un solar y una ubicación, no con un edificio y menos específicamente con este inmueble con fachadas protegidas. Cuesta poco entender que esa ambición tan concreta destroza las ciudades. En 2014, el grupo defendió la demolición del edificio y su reconstrucción piedra a piedra. Como informó en El País Bruno García Gallo, la Comisión Local de Patrimonio Histórico prohibió la demolición alegando que las fachadas del inmueble están protegidas. Pero ese celo por el patrimonio de la ciudad no es visto con los mismos ojos por todos los empresarios nacionales. Estos días se negocia el acercamiento entre el grupo chino y el Ayuntamiento. “Presentimos que la arquitectura ya no existe”, ha escrito el profesor Miguel Ángel Díaz Camacho, que llega a preguntarse si un edificio protegido, vacío y abandonado no representará el desamparo de la ciudad actual y la pesadilla de la urbe del futuro.

¿Es esa la idea que tenemos de preservar un edificio: mantener la fachada como maquillaje y ocultar tras ella la verdadera naturaleza de los comercios y ambiciones con los que se construye la ciudad?

En un ejercicio de conservación de la memoria que debería de servir de ejemplo para ciudadanos, instituciones y empresarios, Víctor Moreno explicó, en el documental Edificio España, el vaciado del edificio iniciado no por el grupo Wanda sino por el Banco de Santander, que fue quien se lo vendió a los empresarios. El profesor Miguel Ángel Díaz Camacho afirma que “el largometraje no pudo emitirse durante un tiempo ante las trabas de la entidad financiera, que lo entendía como un inconveniente comercial de cara a la promoción y venta del inmueble”. Si estos son nuestros intereses nuestras ciudades los reflejarán.

 

 

 

Comentarios

Puerta del Sol, Canalejas, Los edificios de Gran Vía, Telefónica Movistar, Mercado de Funerala, Café Comercial, Mercado Barceló, Edificio España…salvemos nuestros patrimonios sean antiguos o modernos…Quizá falten quienes incidan en que la arquitectura es interior y exterior…Quizás la mejor propuesta sea la de Tabakalera en Embajadores…donde usufructúan culturalmente el edificio tal y como está…sin arreglar, ni destrozar, quizás necesitemos más paisajistas y jardineros…biodiversos…
Lo de Ponte Sarela es una auténtica vergüenza ...
Contra la mastodontica e inerte maquina burocratica y contra la informe, cambiante y resbaladiza hydra neoliberal. La arquitectura se la juega cada dia contra temibles enemigos, estos son solo algunos de ellos.
Que artículo tan interesante, desconocía algunos de estos lugares.
La conservación no sólo se debería de enfocar al tema de fachada, aunque sea importante al haber configurado en todo el tiempo un paisaje en el lugar que ocupa, el edificio es más que eso. Son los espacios que se crean en su interior y cómo lo percibimos lo que se debe de mantener, no el simple gesto de la fachada.
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