Columna

‘Buenanoche’

Henos aquí otro año, hermanos. Entretenidos con los villancicos de Raphael y las obviedades de Mariano

Esta noche es Nochebuena y mañana, Navidad. No, no es que me haya dado por arrancarme a villancicos, como a San Raphael de Martos en cuanto pasa la Virgen de Agosto. Ni por tirar de redundancias irrebatibles, como al presidente Mariano en Funciones en cuanto le ponen un micro por delante. No. Esta noche es Nochebuena y mañana, Navidad. Y eso que ayer era una fiesta detrás de otra es hoy un rompecabezas —por no hablar de los corazones— para quienes no superamos la ruptura del cordón umbilical ni después de parir a nuestros hijos y de enterrar a nuestros padres según esa putada de la naturaleza ...

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Esta noche es Nochebuena y mañana, Navidad. No, no es que me haya dado por arrancarme a villancicos, como a San Raphael de Martos en cuanto pasa la Virgen de Agosto. Ni por tirar de redundancias irrebatibles, como al presidente Mariano en Funciones en cuanto le ponen un micro por delante. No. Esta noche es Nochebuena y mañana, Navidad. Y eso que ayer era una fiesta detrás de otra es hoy un rompecabezas —por no hablar de los corazones— para quienes no superamos la ruptura del cordón umbilical ni después de parir a nuestros hijos y de enterrar a nuestros padres según esa putada de la naturaleza también conocida como Ley de Vida.

Antes, todo era sencillo. Tu madre preparaba el festín, que para eso era tu madre, mientras tú llegabas a mesa puesta y todo lo más que se te exigía era que dispusieras la bandeja de los dulces en forma de isla artificial del Golfo. Luego, la cosa consistía en dejarse llevar por los espumosos, hacer de tripas polvorón, y contribuir a la bonita estampa del qué felices somos antes del aquí paz y después, gloria. Planazo o tormento, según el año, de acuerdo. Pero eso era antes de todas las debacles. Ahora, se supone que tú eres la madre —y el padre, pero ese es otro artículo—, y lo que se espera de ti es que seas la ídem del cordero, la alegría del hogar, el alma mater propiamente dicha. Del mercado persa de la custodia compartida no se habla. Ni de la alineación de los planetas que supone cuadrar las agendas de hermanos, cuñados y sobrinos sin abuela que valga. Ni, por supuesto, del hueco en el estómago que dejan los ausentes y que no se llena ni con todos los mazapanes de la bandeja engullidos uno detrás de otro. Eso te lo comes tú sola, que ya eres mayorcita, aguafiestas. Henos aquí otro año, hermanos. Entretenidos con los villancicos de Raphael y las obviedades de Mariano. ¿Nochebuena, he dicho? Dejémoslo en buena noche. La que os deseo. Y gracias.

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