Editorial

El reto de Turquía

Tras su victoria electoral la prioridad de Erdogan no debe ser ampliar su poder personal

Recep Tayyip Erdogan entra en la mezquita del Sultán Eyup, ayer lunes tras conocer su victoria en las elecciones. AP

La victoria, por mayoría absoluta, del gubernamental Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP) en las elecciones turcas celebradas el pasado domingo supone un espaldarazo a la política de islamización del país proyectada por el presidente, Recep Tayyip Erdogan, que ha apelado a la división y el miedo para lograr el respaldo de los votantes.

Lejos de constituir un resultado fruto de la unidad y el consenso de la sociedad turca, la victoria del AKP abre serios interrogantes respecto a un país que es clave para la lucha contra el terrorismo islámico y la estabilidad en Oriente Próximo y...

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La victoria, por mayoría absoluta, del gubernamental Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP) en las elecciones turcas celebradas el pasado domingo supone un espaldarazo a la política de islamización del país proyectada por el presidente, Recep Tayyip Erdogan, que ha apelado a la división y el miedo para lograr el respaldo de los votantes.

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Lejos de constituir un resultado fruto de la unidad y el consenso de la sociedad turca, la victoria del AKP abre serios interrogantes respecto a un país que es clave para la lucha contra el terrorismo islámico y la estabilidad en Oriente Próximo y Europa. El brutal atentado islamista de octubre, en el que 95 personas murieron en dos explosioness, que se ha atribuido el Estado Islámico, durante una manifestación por la paz, ha alimentado el mensaje alarmista de Erdogan, que ha hecho repetidos llamamientos para acabar con “la vieja Turquía”, es decir, con el Estado laico surgido tras el hundimiento del Imperio Otomano, y que apela a un lenguaje nacionalista y nostálgico de las glorias del pasado.

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Erdogan tendrá ahora más facilidades para su plan de cambiar la naturaleza del sistema turco y transformarlo en un presidencialismo de tinte islámico con él mismo a la cabeza; pero esa no debe ser la prioridad de Turquía. El país vive desde hace décadas un proceso de modernización económica y social que no puede ser frenado ni cambiado de rumbo bruscamente a no ser que se inflija un daño casi irreparable.

Por otra parte, desde hace más de 70 años, Ankara se enfrenta a la minoría kurda en lo que ha sido una guerra abierta con esporádicos periodos de paz. Erdogan debe entender que la estabilidad de su país pasa por solucionar este contencioso evitando recurrir a las armas. Pero la amenaza más inmediata para Ankara es ahora mismo el Estado Islámico, que utiliza a su país para recibir adeptos. Estos son los verdaderos retos de Erdogan, y no ampliar su cuota de poder personal.

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