Editorial

Tensión en el PP...

Rajoy tiene que enseñar otras cartas si aspira a un digno resultado electoral

Mariano Rajoy, junto a la cúpula del Partido Popular, ayer en Toledo.ISMAEL HERRERO (EFE)

El Partido Popular se enfrenta a las elecciones generales en una situación de agotamiento que dista mucho de la impresión de sólida mayoría y de Gobierno fuerte proyectada durante toda la legislatura. Mariano Rajoy a duras penas puede contener las crisis internas. Lo hace a base de bloquear la renovación de los dirigentes regionales por el procedimiento de aplazar todos los congresos. Y cuando se le abre un agujero demasiado visible no le queda otra que taparlo de inmediato, como acaba de hacer con la sustitución de la presidenta dimisionaria de la organización vasca, Arantza Quiroga.

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El Partido Popular se enfrenta a las elecciones generales en una situación de agotamiento que dista mucho de la impresión de sólida mayoría y de Gobierno fuerte proyectada durante toda la legislatura. Mariano Rajoy a duras penas puede contener las crisis internas. Lo hace a base de bloquear la renovación de los dirigentes regionales por el procedimiento de aplazar todos los congresos. Y cuando se le abre un agujero demasiado visible no le queda otra que taparlo de inmediato, como acaba de hacer con la sustitución de la presidenta dimisionaria de la organización vasca, Arantza Quiroga.

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Más allá del cruce de desprecios entre Montoro y García-Margallo —a los que se supone pesos pesados del Gobierno—, en el seno del PP coexisten discursos diferentes, y sobre todo sufre las pérdidas de Gobiernos autónomos y alcaldías. Los cimientos de su poder territorial han sido socavados, la corrupción le pasa factura electoral, y todo eso azuza la lucha por puestos seguros en las listas. El Ejecutivo ha tratado de compensar estos problemas dando la impresión de una gran actividad. Para eso ha llevado la agenda legislativa a paso ligero, hasta culminar en unos Presupuestos de los que duda Bruselas.

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Se dice que el poder desgasta al que no lo tiene; en este caso, ha desgastado mucho más al que ha dispuesto no solo de la mayoría absoluta en las Cortes, sino del más extenso poder institucional (autonomías, municipios, órganos del Estado) alcanzado jamás por partido alguno desde el restablecimiento de la democracia.

La confusión ha llegado al extremo de hacer compatible el puesto de director del gabinete presidencial con el de jefe de la campaña. Los contribuyentes ya no saben qué servicios pagan a Jorge Moragas, si los que presta con la gorra de un cargo clave en el engranaje gubernamental o los que rinde a su partido desde La Moncloa. En medio de tanta desorientación no es extraño que se haya alumbrado un ridículo vídeo para aventar méritos, presentado además en una dependencia del Parlamento, como si fuera una extensión de la sede.

No es imposible que esta fuerza política se recupere, dado que dispone de un suelo electoral más firme que el de otros. El problema es cómo hacerlo. Si cede a las incitaciones más derechistas, dejará ancho campo a Ciudadanos. El recurso a la seriedad tecnocrática o la gestión bien hecha no es capaz de mover pasiones. Y la estrategia de erigirse como valladar contra el caos pierde fuelle, porque hay alternativa.

El PP vive las últimas semanas de mayoría absoluta sin haber renovado su imagen y esto le sitúa en desventaja frente a adversarios que sí lo han hecho. Sus cartas no son ganadoras. Para obtener un digno resultado electoral, no le queda más remedio que enseñar otras.

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