Lo lógico

El caso griego es un gran ejemplo de la intrincada lógica contemporánea

Los tiempos son tan extraños que pocas cosas causan ya extrañeza. Hoy no asombra a nadie el entusiasmo de los grandes negocios por un país que gobierna en régimen de monopolio un partido comunista y donde los Porsche circulan entre rascacielos de neón e iconos de Mao. Es probable que dentro de poco también deje de llamar la atención que el programa de la troika en Grecia lo vaya a aplicar —o eso dicen— un partido que nació, creció y fue votado para acabar con el programa de la troika.

El caso griego es un gran ejemplo de la intrincada lógica contemporánea. Como las deudas llevaban el pa...

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Los tiempos son tan extraños que pocas cosas causan ya extrañeza. Hoy no asombra a nadie el entusiasmo de los grandes negocios por un país que gobierna en régimen de monopolio un partido comunista y donde los Porsche circulan entre rascacielos de neón e iconos de Mao. Es probable que dentro de poco también deje de llamar la atención que el programa de la troika en Grecia lo vaya a aplicar —o eso dicen— un partido que nació, creció y fue votado para acabar con el programa de la troika.

El caso griego es un gran ejemplo de la intrincada lógica contemporánea. Como las deudas llevaban el país a la quiebra y los acreedores querían cobrar, se le impuso un programa económico que, en cinco años, consiguió endeudarlo aún más. A la vista de los resultados, se decidió perseverar en el programa. Para recuperar sus créditos, los acreedores solo se fiaban de los partidos griegos que con su gestión dejaron las arcas públicas a dos velas, pero el electorado prefirió la novedad izquierdista de Syriza. El flamante Gobierno se enfrentó a la troika y, en lo peor de la batalla, convocó un referéndum que arrojó un contundente rechazo a las leoninas condiciones del programa. A continuación, el primer ministro Tsipras se fue a Bruselas y aceptó las leoninas condiciones del programa.

Como consecuencia de todo eso, la ruptura de la unidad de Syriza ha dado origen a un nuevo partido que han llamado Unidad Popular. Sin mayoría en el Parlamento, Tsipras ha convocado elecciones anticipadas, a las que acudirá diciendo que está en contra del programa pero a favor de su aplicación. Las encuestas indican que Tsipras —vapuleado en Bruselas y repudiado por una parte de su partido— las va a ganar.

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En España voces autorizadas del Gobierno descalifican como populista que alguien convoque elecciones tras perder la mayoría parlamentaria y declarar inaplicable su programa electoral. Y en los países del centro y el norte de Europa hay satisfacción por el repliegue del populismo, mientras entre sus opiniones públicas cunde la idea, abonada por la prensa amarilla, de que la causa de la crisis en el continente es que bajo el sol mediterráneo la gente se da irremediablemente al derroche, la holgazanería y cosas aún peores. ¿No le van cogiendo la lógica a todo esto?

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