Cartas al director

Brasil

Todos blancos, todos ataviados de verde y amarillo, todos con su smartphone de marca para hacerse el selfie de rigor. Así es como ve alguien ajeno las manifestaciones en las calles de Brasil. Un país donde el sueldo mínimo es de 200 euros, el medio no llega a los 700, tener estudios universitarios es un privilegio y más del 50% de la población es negra. Un país donde, a pesar de las políticas sociales, todavía hay extrema pobreza, gente que pasa hambre, personas que madrugan todos los días para trabajar y que, aún así, son pobres. Es en ese país donde una pequeña parte de la ...

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Todos blancos, todos ataviados de verde y amarillo, todos con su smartphone de marca para hacerse el selfie de rigor. Así es como ve alguien ajeno las manifestaciones en las calles de Brasil. Un país donde el sueldo mínimo es de 200 euros, el medio no llega a los 700, tener estudios universitarios es un privilegio y más del 50% de la población es negra. Un país donde, a pesar de las políticas sociales, todavía hay extrema pobreza, gente que pasa hambre, personas que madrugan todos los días para trabajar y que, aún así, son pobres. Es en ese país donde una pequeña parte de la sociedad se manifiesta en los barrios más lujosos, aprovecha para tomarse unas cervezas importadas después de la manifestación y se atreve, incluso, a pedir una intervención militar en el país. ¡Fuera, Dilma!, grita la mayoría. ¡Fuera el comunismo de Brasil!, gritan los más exaltados. Duele ver que en Europa pensemos que la calle brasileña se está revelando contra el Gobierno. Duele especialmente a aquellos que, como yo, trabajamos en la periferia y vemos lo que la gente pelea en las favelas por progresar.— Laura Bueno López. Médico del Programa Mais Médicos para o Brasil en Porto Alegre, Rio Grande do Sul (Brasil).

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