El proustiano pene de Lenny Kravitz

El mundo parece dividirse entre los que nunca fueron realmente jóvenes y los que jamás se harán del todo mayores

Lenny Kravitz, en su reciente concierto en Madrid.Claudio Álvarez

Lenny Kravitz tiene 51 años, viste pantalones pitillo de cuero, tiene un piercing en su pene y, si puede elegir, prefiere no llevar ropa interior. Parte de esta información se nos desveló esta semana, cuando al tipo se le rompió el pantalón durante una actuación en Estocolmo y sus partes íntimas salieron a saludar sin timidez alguna. Esto me retrotrajo a aquel día en el patio del colegio, cuando a un compañero de cl...

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Lenny Kravitz tiene 51 años, viste pantalones pitillo de cuero, tiene un piercing en su pene y, si puede elegir, prefiere no llevar ropa interior. Parte de esta información se nos desveló esta semana, cuando al tipo se le rompió el pantalón durante una actuación en Estocolmo y sus partes íntimas salieron a saludar sin timidez alguna. Esto me retrotrajo a aquel día en el patio del colegio, cuando a un compañero de clase al que se le había olvidado abrocharse la bragueta se le salió también la cosa. Lo vi, y en vez de hacer lo lógico, o sea, humillarle en público, le susurré al oído lo que estaba pasando. Se subió la cremallera sin dar siquiera las gracias y se fue. Aquel día, con apenas 11 primaveras, creo que me hice mayor. Por eso tal vez pasé los años siguientes solo, lanzando a canasta con una pelota de fútbol. Había una enorme desconexión entre mi precoz madurez y el tótum revolútum hormonal de mis coetáneos. Antes de lo del baloncesto solitario, intenté una opción más canónica: leer a Proust. Pero me aburrí.

Zayn Malik tiene 22 años, viste traje de tres piezas y dice estar cansado de las giras y de la fama. Es ese miembro de One Direction que hace unos meses abandonó la boy band más rentable del planeta. Su decisión, contrapuesta al estilismo de Kravitz, recuerda la insensatez que cometemos cuando celebramos a roqueros caducos que se visten y comportan como adolescentes y despreciamos a los jóvenes pop cuando deciden que quieren hacer cosas de adulto. El mundo, pues, parece dividirse entre los que nunca fueron realmente jóvenes y los que jamás se harán del todo mayores. Y luego existe una categoría extraña: los que fuimos mayores pronto, pero un día nos cansamos de crecer. Creo que sólo durante unos meses de 2004 me comporté acorde a mi edad. El resto del tiempo se ha dividido entre tener la sensación de llegar demasiado pronto y que no haya aún nadie y sufrir por estar llegando tarde y se hayan ido ya todos. El problema es que para arreglarlo solo tengo un balón de fútbol y un libro de Marcel Proust.

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