Capital de la franquicia

Señora Manuela, ¿no puede hacer usted algo para que la barra de el Café Comercial no nos desaparezca?

Una de las cristaleras del local llena de mensajes escritos por los ciudadanos para despedirse del emblemático café. SAMUEL SÁNCHEZ

A pesar de que estos dos días se hace recuento de los nombres ilustres que compartieron charla y café en sus mesas, lo realmente bueno de El Comercial era que no pertenecía a los escritores, ni a los dibujantes, ni a los guionistas, ni a los jugadores de ajedrez, ni a los cómicos, ni a los cronistas que con tanta frecuencia poblaron sus salas, la de arriba y la de abajo. Lo atractivo era el público heterogéneo, que no se sentía intimidado por el peso de la cultura; su salón abrigaba tertulias de ...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

A pesar de que estos dos días se hace recuento de los nombres ilustres que compartieron charla y café en sus mesas, lo realmente bueno de El Comercial era que no pertenecía a los escritores, ni a los dibujantes, ni a los guionistas, ni a los jugadores de ajedrez, ni a los cómicos, ni a los cronistas que con tanta frecuencia poblaron sus salas, la de arriba y la de abajo. Lo atractivo era el público heterogéneo, que no se sentía intimidado por el peso de la cultura; su salón abrigaba tertulias de abuelas en invierno, que tomaban café con churros y limonada en verano, y que asombraban con su viva presencia a los extranjeros que suelen señalar, como una de nuestras peculiaridades, la gran actividad social de los viejos, más aún de las viejas, amantes de las cafeterías. Lo realmente bueno de El Comercial era que se encontraba en ese crucial esquinazo, un lugar estratégico para las citas, el kilómetro cero de los encuentros a cualquier hora. Lo genial era que tenía un quiosco de prensa en la puerta y mientras esperabas te ibas poniendo al día. La ventaja era la boca de metro que casi tenía entrada al café. Lo extraordinario era la barra; Dios, qué será ahora de esa barra. Señora Manuela, ¿no puede hacer usted algo para que la barra no nos desaparezca? Lo ya histórico eran las mesas, sobre cuyos mármoles se han mojado tantos churros y se han escrito tantas páginas, y las sillas y los espejos, y las lámparas. Tenemos derecho a saber cuál será su destino. No sólo los madrileños: el Comercial, era el verdadero rompeolas de todas las Españas, y el café amado por los turistas extranjeros que venían buscando algo del viejo Madrid.

Sus dueñas recibieron reconocimientos por su resistencia y por mantenerlo intacto durante más de un siglo. Ahora han cerrado a traición, en verano y por Facebook. Qué feo está eso cuando se les ha concedido tanta fidelidad. Muchos decíamos que aquella era nuestra oficina. Señora alcaldesa, urge un plan para que no nos convirtamos en la capital de la franquicia.

Sobre la firma

Archivado En