El piloto que engulló la tormenta

En agosto de 1959, haciendo un vuelo rutinario observó delante de él la presencia de una potente tormenta cuya cima llegaba hasta los 15.000 metros

A veces ocurren historias increíbles, dignas del mejor cine de ciencia ficción, pero tan reales que merece la pena dedicarles una mención. Es el caso del piloto de la marina de los EE UU, el teniente coronel William Rankin. En agosto de 1959, haciendo un vuelo rutinario con su F-8 Crusader entre Massachusetts y Carolina del Norte observó delante de él la presencia de una potente tormenta cuya cima llegaba hasta los 15.000 metros.

Como atravesarla era misión imposible por las enormes turbulencias que se generan dentro de estos gigantescos cumulonimbos y el granizo de gran tamaño que albe...

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A veces ocurren historias increíbles, dignas del mejor cine de ciencia ficción, pero tan reales que merece la pena dedicarles una mención. Es el caso del piloto de la marina de los EE UU, el teniente coronel William Rankin. En agosto de 1959, haciendo un vuelo rutinario con su F-8 Crusader entre Massachusetts y Carolina del Norte observó delante de él la presencia de una potente tormenta cuya cima llegaba hasta los 15.000 metros.

Como atravesarla era misión imposible por las enormes turbulencias que se generan dentro de estos gigantescos cumulonimbos y el granizo de gran tamaño que albergan, se situó por encima de ella a unos 16.000 metros de altura. En ese preciso instante, escuchó un estrepitoso ruido que provenía del único motor del avión y en apenas unos segundos empezó a perder potencia y a descender con mucha rapidez. El dispositivo auxiliar para suministrar electricidad al motor tampoco funcionó y la luz roja de aviso de incendios comenzó a parpadear. No podía dar crédito a lo que le estaba sucediendo. Después de varios intentos frustrados para reiniciar el motor, el avión quedó sin control.

Fue entonces cuando William decidió que la única solución era eyectarse y salir de allí lo antes posible. Pero fuera le esperaba una muerte casi segura puesto que caería directamente en las entrañas de aquella imponente tormenta que lo iba a engullir. Sin traje presurizado y a unos 50 grados bajo cero su cuerpo empezó a notar, casi al instante, los efectos del infierno donde había quedado atrapado…

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